Daría lo que fuera para que Mary vuelva a estar acá. Lo que sea, excepto la vida de nuestros hijos. Tanto ella como yo acordaríamos que esa es la única excepción. Pero claramente daría hasta mi propia vida. Tal como ella lo dijo por mí, y me lo escribió, tantas veces. Tal como yo se lo dije días antes de su partida...
Pero eso es imposible. No funciona así. Y ya no se puede. No se puede cambiar. Y ante lo irremediable, lo mejor es aceptarlo. Asumirlo. Tengo claro que es así. No voy a volver a ver a Mary en esta vida. Nunca más. Y si bien sigue presente de muchas maneras, también es cierto que se fue para siempre. Y ese "para siempre" duele, pero también permite asumir, aceptar la realidad.
Y en estos dos meses, los más dolorosos de mi vida, justamente me faltó la mejor compañera, la que siempre me bancó, la que podía calmarme con su voz o tranquilizarme con una simple caricia. La de la palabra justa y el gesto oportuno. La que me conocía más que nadie. La que nunca me dejó en banda. Sufrí por su ausencia en tanto que partió de este mundo, y en tanto que no estaba para acompañarme.
Y más, juro que mucho más, sufro su ausencia por Lu y Nico. Yo tengo mis recursos, mi espalda, para hacer mi duelo de pareja. Duelo de pareja durísimo, en tanto que se murió la persona que más amé en mi vida. La que sigo amando y voy a amar por siempre, sin duda. Aquella con quien compartí 21 años de mi vida, y con quién deseábamos envejecer juntos. Mi amiga, novia, esposa, amante, cómplice y compañera. Y, además, la madre de mis hijos. ¿Cómo acompañar el dolor de mis hijos por su ausencia si me falta ella para hacerlo juntos?
Hace un mes y medio pensaba que no iba a poder. Hoy sé que puedo. Y veo que podemos. Obviamente que la vida era más fácil y mucho más linda con Mary. Pero la vida ya no es la misma y no volverá a serlo. Sin embargo, la vida sigue. La vida de Lu y Nico sigue. Mi vida sigue. Sigue a pesar de su ausencia, pero sigue. La vida continúa. Y hay muchísimas razones que permiten que este camino se haga menos difícil.
Me siento mejor de lo que pensé que iba a estar. Con mis bajones. Con esos días, o momentos, donde flaqueo un poco. Pero cada día con más ganas. Ganas de trabajar. Ganas de estudiar. Ganas de seguir militando. Ganas de compartir con la familia, con amigos. Ganas de disfrutar. Ganas de vivir. Ganas de ser feliz.
Y así seguimos caminando. Siempre caminando. Siempre intentando. Porque no le guardo rencor al pasado, soy leal al presente y creo en el futuro. Y llegará el día del reencuentro cuando, entre mates, vuelva a sonreir ante su sonrisa fruto de una vida bien vivida. A pleno. Con nuestros hijos y, porqué no, nuestros nietos. Que así sea.
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