Mary, Mary... Sos, eh!
Desde que decidí abrir el baúl de los recuerdos, las cajas de las cartas, al mes de tu partida, mi duelo ingresó en un camino diferente. Y la clave para redireccionar el rumbo fue tu “Diario de alguien que espera”. La fecha (15/8), las frases (que bien podría haber dicho yo textualmente 16 años después), la fe que latía en cada palabra de esa invitación a recorrer tu alma...
“Acaba de irse y con él mi corazón”, empezabas aquel escrito para luego agregar: “recordé el dolor que me causaban cada vez sus partidas”. “Cuando se fue, lo único que sentí fue que en estos días iba a notar su ausencia en todo momento y eso fue lo que me motivó a escribir”.
“El sigue en viaje. Yo en este momento estoy escuchando la radio y en ella se escucha la canción “Si tu no estás aquí” de Rosana. Qué justo. Qué falta me hace y qué poco puedo hacer para remediarlo”.
“Buenas noches, donde quiera que esté”, te despedías cada uno de esos días.
“Sabía o sentía que él estaba bien pero quería estar con él como todos los días”.
“Esta soledad me desespera. Ya no sé que hacer. Quisiera que estuviera aquí conmigo para que pudiera decirle todo lo que estoy sintiendo en este momento. Contrariamente a eso tengo sólo soledad y silencio. Lo necesito”.
Y finalizabas con esta sabia reflexión: “Aquí se termina este breve relato sobre dos personas que tuvieron que separarse pero el tiempo volvió a unirlas. Cuando la persona que amás se va por un tiempo, aunque sean pocos días, sentís que el tiempo no pasa más y que lo único que querés es volver a estar con ella. Todos esos besos y abrazos que te ahorraste durante esos días querés dárselos todos juntos y así recuperar el tiempo perdido. Y para terminar, voy a decirles que por más que se vaya muchas veces nunca me voy a acostumbrar a su partida, pero me encantan los re-encuentros”.
Se percibe en todo ese diario que, a pesar de mi partida, mi ausencia, en cada uno de esos días algo te daba fuerzas, mi amor. Se notaba en tu escritura, en tu relato. Y me dí cuenta que tenía que ver con la lectura de un libro al que te referías como “las reflexiones del libro de San Francisco”. Ni bien lo leí recordé aquel libro: “Los cinco minutos de San Francisco”. Si a vos te daba paz y fortaleza durante la espera del reencuentro tras mi partida, inferí que podía ayudarme. Y lo busqué. Varias veces desde aquel día, siempre infructuosamente.
Como no encontraba aquel libro, fui releyendo otros y comprando algunos nuevos. Todos vinculados, de una u otra manera, con cómo preregrinar el duelo, mi duelo.
Y hoy, 1 de octubre, día de Santa Teresita, apareció mi rosa. Pero demoro el final, porque hay varias cosas más que quiero contarte, aunque ya sé que las sabés y las viviste a mi lado.
A la mañana me fui a hacer un trámite por la pensión por viudez y me llevé un libro para la espera. Uno de los seis que compré. ¿Por qué lo elegí? Era uno de los que todavía no había leído y me pareció el más apropiado para leer fuera de la intimidad de casa. Finalmente llegué justo, me atendieron de inmediato y no llegué a leer ni una palabra. Aproveché para hacer algunas compras, de esas que implicaban llevar tu listadito y ahora hago casi de memoria. Y también fui por una zapatillas nuevas porque no me dejarías caminar con lo que tenía puesto. Y sí, fui dónde me las comprabas vos. Y compré esas que me hubieses elegido y tanto me gustan.
Llegué a casa y me dispuse a preparar una charla-taller que me invitaron a dar sobre “El Espíritu Santo en mi vida”. Buscando unos libros al respecto me topé con el famoso librito de San Francisco... Tenía un señalador en los primeros días de marzo que decía: “Que Dios te bendiga, te sostenga y te ilumine”. Empezamos bien. De inmediato fui a mediados de agosto y me encontré con que el 15/8 habías escrito, en lápiz, de puño y letra, “(comienzo)”. Evidentemente marcaba el comienzo de tu lectura. Pensé que se refería solamente al comienzo de aquella lectura para el “Diario de alguien que espera”. Después, no nos adelantemos mucho, comprendí que era el comienzo en cuanto que leías ese libro por primera vez un 15/8. Hoy creo que esa palabra, “comienzo”, tiene múltiples significados para vos, para mí, para nuestros hijos...
Lo siguiente que hice fue ir hasta la fecha de hoy, para ver qué querías decirme. Había como una portada del mes que decía: “La hermana muerte. Octubre”. Te vas de mambo un poco, ¿no?. Siempre supimos que Francisco murió un 3/10 a los 44 años, y celebramos su paso a la vida eterna un 4/10. Lo teníamos muy presente porque era “tu santo favorito”, desde tus tiempos en la manada. ¿Justo ahora encuentro el libro y me voy a poner a leerlo? Y, sí...
Pero no todo termina acá (frase con muchos sentidos, también). ¿Sabés cuál era el libro que me llevé para comenzar a leer hoy a la mañana? “Hermana muerte” de Raniero Cantalamessa. De inmediato lo fui a buscar a la mochila, lo abro y... Sí. Comienza con la cita del cántico de San Francisco: “Loado seas, mi Señor, por nuestra muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar”. También tendré que leerlo...
Siguiendo con este escrito desordenado, cito lo que escribías en tu “Diario de alguien que espera” aquel 15/08/2002: “15:59 hs: No sé cuantas horas son de viaje pero supongo que él ya debe haber llegado. Espero que muy bien. Yo aprovecho este momento para hacer el comentario de mi reflexión del día. Diré que está muy relacionada con lo del viaje. Ya que dice que si alguna vez me siento tentado o desganado cuando veo la alegría de mi compañero enseguida me repongo ante esta situación. Se aplica muy bien porque comenté que al saber que se iba me entristecí un poco porque no iba a tenerlo, pero ahora al saber que para él es lo mejor me alegro con él y por él. Son raros estos sentimientos contradictorios porque para mí no hay cosa mejor que él sea feliz y sin embargo ahora no quiero que se vaya. Me hace mucha falta. Y sólo espero que estos días pasen”.
Y el 18/08, en el cuarto comentario sobre la cuarta reflexión de estos cuatro días, escribiste: “Aprovecho este momento para hacer el comentario correspondiente a la reflexión del día que hoy muy justamente habla del amor a Dios y de la felicidad que provoca amarlo. Qué lindo es estar con Él. Qué bueno es descubrirlo. Justamente hoy que traté de acercarme más a su amor es el día en que tocaba esa reflexión. Yo no creo en las casualidades pero sí creo en que Dios siempre nos acompaña y trata por todos los medios que recibamos su palabra en el momento preciso”. Vaya si lo hace...
Y cuando me disponía a escribir todas estas cosas que inundan mi corazón, y rebalsan, vuelvo a abrir el librito y descubro, porque realmente no lo recordaba... ¡que te lo regalé yo!. Te lo dí aquel 15/8 justo antes de mi partida... Releí la dedicatoria y entendí todo. Y el regalo no era por mi partida, aunque te invitaba a la lectura diaria, sino porque ese día cumplíamos años de amigos. Siempre, todavía de casados, seguimos celebrando nuestra amistad cada 15/8. Y lo seguiremos haciendo... Memoria agradecida y sostén para el camino de alguien que espera el reencuentro tras la partida del ser amado. Todo eso. Ayer, hoy y siempre.
Bueno. Me voy a buscar a los chicos al cole que tenemos una tarde movidita. Pero te prometo que voy a leer las reflexiones de San Francisco diariamente. Y las comentamos. ¿Te parece?.
Te amo eternamente. Como siempre.
Desde que decidí abrir el baúl de los recuerdos, las cajas de las cartas, al mes de tu partida, mi duelo ingresó en un camino diferente. Y la clave para redireccionar el rumbo fue tu “Diario de alguien que espera”. La fecha (15/8), las frases (que bien podría haber dicho yo textualmente 16 años después), la fe que latía en cada palabra de esa invitación a recorrer tu alma...
“Acaba de irse y con él mi corazón”, empezabas aquel escrito para luego agregar: “recordé el dolor que me causaban cada vez sus partidas”. “Cuando se fue, lo único que sentí fue que en estos días iba a notar su ausencia en todo momento y eso fue lo que me motivó a escribir”.
“El sigue en viaje. Yo en este momento estoy escuchando la radio y en ella se escucha la canción “Si tu no estás aquí” de Rosana. Qué justo. Qué falta me hace y qué poco puedo hacer para remediarlo”.
“Buenas noches, donde quiera que esté”, te despedías cada uno de esos días.
“Sabía o sentía que él estaba bien pero quería estar con él como todos los días”.
“Esta soledad me desespera. Ya no sé que hacer. Quisiera que estuviera aquí conmigo para que pudiera decirle todo lo que estoy sintiendo en este momento. Contrariamente a eso tengo sólo soledad y silencio. Lo necesito”.
Y finalizabas con esta sabia reflexión: “Aquí se termina este breve relato sobre dos personas que tuvieron que separarse pero el tiempo volvió a unirlas. Cuando la persona que amás se va por un tiempo, aunque sean pocos días, sentís que el tiempo no pasa más y que lo único que querés es volver a estar con ella. Todos esos besos y abrazos que te ahorraste durante esos días querés dárselos todos juntos y así recuperar el tiempo perdido. Y para terminar, voy a decirles que por más que se vaya muchas veces nunca me voy a acostumbrar a su partida, pero me encantan los re-encuentros”.
Se percibe en todo ese diario que, a pesar de mi partida, mi ausencia, en cada uno de esos días algo te daba fuerzas, mi amor. Se notaba en tu escritura, en tu relato. Y me dí cuenta que tenía que ver con la lectura de un libro al que te referías como “las reflexiones del libro de San Francisco”. Ni bien lo leí recordé aquel libro: “Los cinco minutos de San Francisco”. Si a vos te daba paz y fortaleza durante la espera del reencuentro tras mi partida, inferí que podía ayudarme. Y lo busqué. Varias veces desde aquel día, siempre infructuosamente.
Como no encontraba aquel libro, fui releyendo otros y comprando algunos nuevos. Todos vinculados, de una u otra manera, con cómo preregrinar el duelo, mi duelo.
Y hoy, 1 de octubre, día de Santa Teresita, apareció mi rosa. Pero demoro el final, porque hay varias cosas más que quiero contarte, aunque ya sé que las sabés y las viviste a mi lado.
A la mañana me fui a hacer un trámite por la pensión por viudez y me llevé un libro para la espera. Uno de los seis que compré. ¿Por qué lo elegí? Era uno de los que todavía no había leído y me pareció el más apropiado para leer fuera de la intimidad de casa. Finalmente llegué justo, me atendieron de inmediato y no llegué a leer ni una palabra. Aproveché para hacer algunas compras, de esas que implicaban llevar tu listadito y ahora hago casi de memoria. Y también fui por una zapatillas nuevas porque no me dejarías caminar con lo que tenía puesto. Y sí, fui dónde me las comprabas vos. Y compré esas que me hubieses elegido y tanto me gustan.
Llegué a casa y me dispuse a preparar una charla-taller que me invitaron a dar sobre “El Espíritu Santo en mi vida”. Buscando unos libros al respecto me topé con el famoso librito de San Francisco... Tenía un señalador en los primeros días de marzo que decía: “Que Dios te bendiga, te sostenga y te ilumine”. Empezamos bien. De inmediato fui a mediados de agosto y me encontré con que el 15/8 habías escrito, en lápiz, de puño y letra, “(comienzo)”. Evidentemente marcaba el comienzo de tu lectura. Pensé que se refería solamente al comienzo de aquella lectura para el “Diario de alguien que espera”. Después, no nos adelantemos mucho, comprendí que era el comienzo en cuanto que leías ese libro por primera vez un 15/8. Hoy creo que esa palabra, “comienzo”, tiene múltiples significados para vos, para mí, para nuestros hijos...
Lo siguiente que hice fue ir hasta la fecha de hoy, para ver qué querías decirme. Había como una portada del mes que decía: “La hermana muerte. Octubre”. Te vas de mambo un poco, ¿no?. Siempre supimos que Francisco murió un 3/10 a los 44 años, y celebramos su paso a la vida eterna un 4/10. Lo teníamos muy presente porque era “tu santo favorito”, desde tus tiempos en la manada. ¿Justo ahora encuentro el libro y me voy a poner a leerlo? Y, sí...
Pero no todo termina acá (frase con muchos sentidos, también). ¿Sabés cuál era el libro que me llevé para comenzar a leer hoy a la mañana? “Hermana muerte” de Raniero Cantalamessa. De inmediato lo fui a buscar a la mochila, lo abro y... Sí. Comienza con la cita del cántico de San Francisco: “Loado seas, mi Señor, por nuestra muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar”. También tendré que leerlo...
Siguiendo con este escrito desordenado, cito lo que escribías en tu “Diario de alguien que espera” aquel 15/08/2002: “15:59 hs: No sé cuantas horas son de viaje pero supongo que él ya debe haber llegado. Espero que muy bien. Yo aprovecho este momento para hacer el comentario de mi reflexión del día. Diré que está muy relacionada con lo del viaje. Ya que dice que si alguna vez me siento tentado o desganado cuando veo la alegría de mi compañero enseguida me repongo ante esta situación. Se aplica muy bien porque comenté que al saber que se iba me entristecí un poco porque no iba a tenerlo, pero ahora al saber que para él es lo mejor me alegro con él y por él. Son raros estos sentimientos contradictorios porque para mí no hay cosa mejor que él sea feliz y sin embargo ahora no quiero que se vaya. Me hace mucha falta. Y sólo espero que estos días pasen”.
Y el 18/08, en el cuarto comentario sobre la cuarta reflexión de estos cuatro días, escribiste: “Aprovecho este momento para hacer el comentario correspondiente a la reflexión del día que hoy muy justamente habla del amor a Dios y de la felicidad que provoca amarlo. Qué lindo es estar con Él. Qué bueno es descubrirlo. Justamente hoy que traté de acercarme más a su amor es el día en que tocaba esa reflexión. Yo no creo en las casualidades pero sí creo en que Dios siempre nos acompaña y trata por todos los medios que recibamos su palabra en el momento preciso”. Vaya si lo hace...
Y cuando me disponía a escribir todas estas cosas que inundan mi corazón, y rebalsan, vuelvo a abrir el librito y descubro, porque realmente no lo recordaba... ¡que te lo regalé yo!. Te lo dí aquel 15/8 justo antes de mi partida... Releí la dedicatoria y entendí todo. Y el regalo no era por mi partida, aunque te invitaba a la lectura diaria, sino porque ese día cumplíamos años de amigos. Siempre, todavía de casados, seguimos celebrando nuestra amistad cada 15/8. Y lo seguiremos haciendo... Memoria agradecida y sostén para el camino de alguien que espera el reencuentro tras la partida del ser amado. Todo eso. Ayer, hoy y siempre.
Bueno. Me voy a buscar a los chicos al cole que tenemos una tarde movidita. Pero te prometo que voy a leer las reflexiones de San Francisco diariamente. Y las comentamos. ¿Te parece?.
Te amo eternamente. Como siempre.
Es como un perfecto " rompecabezas" ,cada pieza en el justo lugar.
ResponderBorrarAl leer esta parte ,me confirma q Dios hace todo perfecto,aunque en su momento,no podamos entenderlo.
Cuando se dé el reencuentro,aún será más claro