viernes, 9 de julio de 2021

Nta. Sra. de Itatí

Itatí es símbolo de la promesa de amor que nos hicimos con Mary ante Dios...

En enero de 2001 nos fuimos juntos de misión a Chaco, a compartir la vida y la fe con algunos de los pobres de nuestro pueblo. A la vuelta pasamos por Itatí y allí pedimos la gracia de poder vivir toda la vida juntos. Es más, explicitamos algo que ya nos habíamos escrito en alguna que otra carta: nuestro plazo para casarnos era julio de 2004. Y Mary trajo dos estampitas que conservó religiosamente y, tiempito después de su partida, volví a ver entre las cajas de los recuerdos. Es más, durante un tiempo, cada uno llevaba una en su billetera.


Tres años después, en enero de 2004, comunicamos a la familia que habíamos decidido fecha para celebrar el sacramento de nuestro matrimonio: 09/07. ¿Por qué? Nos gustó la fecha patria. Nos sedujo la idea de poder festejar nuestro aniversario todos los años, ya que es un feriado inamovible. Pero, principalmente, porque es el día de Nuestra Señora de Itatí.

En la misa de nuestro casamiento ingresamos en procesión e hicimos bendecir una imagen de Ntra. Sra. de Itatí que todavía está en la pieza, y que veo cada vez que elevo la cabeza y miro hacia la izquierda, arriba.

Muchos años después, en el año más difícil como pareja (2015), luego de un año muy complicado como familia (2014), pero justo antes de que se nos viniese encima la enfermedad y la muerte (2016-2018), tuvimos la gracia de poder volver a visitar Itatí. Esta vez, en familia, con Lu y Nico.

 

viernes, 18 de junio de 2021

Aunque te duela la muerte de hoy...

Aunque te duela la muerte de hoy, mira la espiga que crece”. Eso decía el último estado de Whatsapp de Mary. Lo escribió en referencia a la muerte de su tía y madrina, un día después de su primer aniversario… y menos de dos meses antes de su propia muerte.

El emoji al final indica que es un tema musical. Para los que no reconocen la frase, les cuento que es de una canción de misa: “Canción del grano de trigo”; quizás el canto de ofrenda que más hayamos entonado juntos durante nuestra adolescencia.

La frase en sí tiene mucha potencia. Deja explicitado que la muerte duele pero, así y todo, hay que mirar eso nuevo que nace y que sigue creciendo. Pero recién en el contexto de toda la letra de la canción cobra pleno sentido. La muerte no es el final sino un nuevo comienzo. El grano de trigo tiene que caer en tierra, desaparecer, morir, para que nazca la espiga. Como dijo Jesús, el Sembrador, Aquel que dio su vida por nosotros, que hace fecunda la muerte, que nos regala la eternidad: “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Y lo reafirma San Pablo, hablando de la resurrección de los cuerpos: “Lo que siembras no llega a tener vida, si antes no muere” (1 Cor 15, 36b).

Casualmente, o no, en estos días vengo preparando, de a poco, con tiempo, una charla que me pidieron para una Escuela de Espiritualidad. Se titula: “Resignificar las ausencias, transitar un duelo, certezas para vivir. En clave de fe”. ¿Y cómo no incorporar este estado de whatsapp, esta canción, estas citas y reflexiones? Lo que tampoco parece ser casualidad es la fecha de esa charla: 12 de agosto, tercer aniversario de la Misa de Despedida de Mary que Ella misma organizó –en nuestra pieza- y celebró, diría presidió… último día que Ella estuvo despierta por estos lados.

Para ir cerrando quisiera quedarme con la foto que Mary dejó en su perfil de Whatsapp, y que acompaña ese último estado pese a que venía de tiempo antes. Es una imagen de nuestras últimas vacaciones familiares los cuatro juntos, seguramente las mejores que vivimos. El que está sacando la foto soy yo mientras los tres, abrazados, me miran. De fondo, las Cataratas, a las que Mary describió como “Paraíso” en ese mismo viaje. Lugar que quisimos visitar durante muchísimo tiempo y recién pudimos concretarlo al final, como para que no nos quede sin hacer; quizás lo único que nos quedó pendiente fue envejecer juntos. Y aunque no sé el porqué de su partida, tengo certeza del reencuentro:

Y un día al Padre volveré, 
a descubrir el secreto 
de la pequeña semilla que fiel 
cobró su herencia en el cielo

lunes, 17 de mayo de 2021

Un 17 de mayo de 1997...


Un 17 de mayo de 1997, hace exactamente 24 años, Ella festejaba sus 15 años… tres días después de su cumple, dos semanas después de habernos conocido (en aquel famoso retiro). Y yo asistí siendo invitado apenas una semana antes a su fiesta sorpresa. Algunos dicen que estuve allí por azar, de casualidad… yo elijo creer que formaba parte del Sueño de Dios para nosotros dos.

Mientras me dispongo a escribir un relato sobre lo sucedido, recuerdo varias cosas de la previa; por ejemplo, ir a comprarme una camisa manga larga en la semana para cumplir con el “elegante sport”. Reaparecen algunas sensaciones de lo que fue prepararme para mi primer Quince no familiar… aunque poco más de siete años después, al casarnos, ya se volvió confusa esa distinción. También tengo la imagen de estar ese mismo día, con algunos amigos con quienes decidimos ir juntos, en la esquina de Jonte y Bermúdez intentando descifrar qué pasaje era Renqué Curá -no había GPS por aquel entonces- calle que seguí visitando muchísimas veces luego de aquella fecha.


De la fiesta en sí lo primero que recuerdo es su entrada, de lo que da cuenta una de las fotos. Era sorpresa y su cara lo deja ver a la perfección. Como escribí en “Vale la pena”: «El 17 de mayo fui, junto con varios amigos, a su fiesta. Recuerdo su entrada y su sorpresa al verme. En realidad se sorprendió porque no sabía nada de la fiesta. Y tampoco fue al verme, sino al ver a tanta gente. Es más, sospecho que no me vio. El cumpleaños pasó, para mí, sin pena ni gloria. Tampoco, quiero aclarar, buscaba nada... todavía».


Otros tres detalles a compartir. En primer lugar, el cuadro de firmas. Ni bien entrabas lo veías, en la planta baja. Pero como estaba medio vacío y no sabía qué escribirle a esa casi desconocida, seguí de largo. Las mesas, la comida, el baile… el festejo era en el piso de arriba, la terraza (¿les dije que era la casa de sus tíos?). Pero antes de irme, al volver a pasar, decidí dejar un simple mensajito. No lo pensé mucho. “María Elena: Que pases un muy feliz 15. Javier (Tano)”. Creo que nunca en mi vida le dije “María Elena” antes ni después (¿habrá sido porque es el mismo nombre que mi madre y que su madre? ¿o porque Ella prefería otras opciones?). Mary, por su parte, me dijo “Tano” durante unos meses, luego pasé a ser “Javi” y, entre “mi amor” y “mi vida”, también aparecía un “Javier” cuando la cosa no andaba tan bien. Finalmente ese mensaje quedó ahí, para siempre, en ese cuadro que sigue colgado en la casa de mis suegros.


En segunda instancia, una canción que fue emblema de la fiesta: “La flor más bella” de Memphis La Blusera. Si bien con el tiempo llegué a verla como una descripción suya, en ese momento tenía otro sentido. Cada vez que Otero cantaba "Ella", en medio de su fiesta, algunos gritábamos "Mecha". ¿Y quién era Mecha? ¡Ella! ¿Por qué? En el cole la nombrábamos como M.E.Cha.: María Elena Chaves... (¿ya les conté que era la hermana de un compañero de curso que, obviamente, tenía ese mismo apellido?) Después pasó a ser Mariela y, para mí, terminó siendo Mary.


Por último, el souvenir. Estaban todos colocados junto al cuadro de firmas. Era verla a Ella repetida más de cien veces. Me pareció linda desde la primera vez que la vi… y más una semana después cuando fue al baile del colegio con un jean negro y una remera blanca, imagen que todavía guardo con mucha nitidez. Ni que hablar en el Quince, con ese vestido naranja. Pero esos cuadritos resaltaban más aún las facciones de su bello rostro. Era hermosa, lo sabía, pero hasta ahí seguía siendo una compañera más del grupo juvenil pastoral. Sin embargo, me llevé un souvenir. Llegué a casa y lo dejé perdido en alguno de los estantes de mi pieza. Meses después, cuando empezó a dejar de ser una más, cuando comencé a enamorarme, ese cuadrito, esa foto, pasó a ocupar un lugar sobre la tele de mi pieza. La veía al despertarme y al irme a acostar. De agosto del 97 a febrero del 98 pasé varias tardes escuchando música mientras la miraba, y algunas noches más llorando mientras le suplicaba a ese souvenir que Ella me diera bola. De las tres variantes, el mío, el que me acompañó durante los seis meses de amistad y los seis años de noviazgo, es el del pelo hacia arriba que Ella se estira levantando los brazos. Los otros llegaron a nuestro hogar común cuando nos casamos. Y hoy, los pocos que quedan, siguen dando vueltas a la vista por algunos lugares de la casa.


Ese 17 de mayo del 97 estuve ahí sin saber lo que pasaría tiempo después. A los tres meses, mediados de agosto, Ella ya me consideraba su amigo… y yo comenzaba a buscar algo más. Veintiún años después, mediados de agosto pero del 2018, Ella partía de este mundo. Hoy, veinticuatro años después de aquella Fiesta de Quince, me hace muy feliz saber que compartimos la vida durante tanto tiempo. Y me alegra también poder recordarla así: FELIZ. Al fin y al cabo, fue lo primero que le deseé en aquel breve escrito… pero gracias a Dios, a nosotros, a nuestros hijos, a tantas otras personas, se hizo extensivo muchísimo más allá de sus quince. Y vuelvo a mirar las fotos, el souvenir, a escuchar “La flor más bella”, a recordarla, a hacerla presente… y eso hace que la extrañe menos, mientras sigo caminando hacia nuestro encuentro definitivo, con ganas de poder volver a matear con Ella y seguir compartiendo la Vida, ahora sí plena y eterna.

lunes, 3 de mayo de 2021

La primera foto...


Parece una foto cualquiera. Está mal sacada, como sin ganas. Desconozco quien presionó el botón de esa cámara analógica, de esas que casi ya no se usan. Pero agradezco tener esa foto, y también seguir conservando esa cámara. Son recuerdos, de esos que invitan a seguir caminando. Son recuerdos, de esos que vienen desde allá lejos pero no dejan de acompañarnos en este peregrinar. Y la foto está en un álbum donde, además, se conserva su letra… esa letra de sus 15 pero tan Ella que no cambió mucho en los siguientes 20 años.

Esa foto, esa cámara, ese álbum dan cuenta de uno de los primeros registros de nuestra vida en común. Esa es la primera foto en la que aparecemos juntos… aunque decir “juntos” es un montón. Estamos uno de cada lado, a ambos extremos de la imagen. Yo acostado, con un buzo arremangado (¿por qué yo estaría usando abrigo?), y ese corte raya al medio que –afortunadamente- duró poquito tiempo. Ella… tan Ella. Brilla, sonríe… como (casi) siempre lo hizo. Presto atención y la verdad es que la calidad del revelado no ayuda, o con el tiempo fue perdiendo nitidez como suele suceder con los recuerdos… sin embargo puedo imaginarme su rostro aunque no se vea tan claro en la foto.

Hace exactamente 24 años, un 3 de mayo del 97, aparecía este primer momento juntos del que tenemos registro. “¿Por qué decís «del que tienen registro»?”, me preguntó Nico en la cena, hace un rato, mientras daba cuenta de esta misma historia. “Porque es muy probable que nos hayamos encontrado otras veces antes, sin saberlo”, le dije. Y puse de ejemplo alguna misa en Ntra. Sra. de la Salud, algún acto escolar de su hermano (mi cuñado y compañero de colegio), algún cruce ocasional por las calles del barrio, en un local, o lo que siempre dijimos: esos arbustos mágicos, laberínticos, de la Plaza Ciudad de Banff donde solíamos escondernos de niños.

Acá sigue esta foto, en este álbum, y con la cámara (cual antigüedad adornando una de las tantas bibliotecas de la casa). Acá sigue el recuerdo. Y acá sigue Ella, haciéndose presente a cada momento de esta vida, de nuestra vida, de este seguir caminando hasta que volvamos a encontrarnos y poder tomarnos unos mates para continuar regalándonos tantas historias compartidas.



lunes, 29 de marzo de 2021

Semana Santa

No hay mayor amor que dar la vida”. No puedo cantar esa canción sin ponerme a llorar. Es de “La Pasión según San Juan”, obra de Alejandro Mayol. Escucho la música, intento empezar con la letra y… nudo en la garganta. Me brotan lágrimas. Me pasó varias veces en estos poco más de dos años y medio... ¿Por qué será?

Hoy a la mañana, solo, en el auto, escuché la canción nuevamente… y otra vez lo mismo. De no creer. Empiezo a cantarla y se me quiebra la voz. Llanto. ¿Será quizás que me remonta a los Vía Crucis que organizábamos con Mary –y tantos amigos- en nuestros tiempos de grupos juveniles? Repetíamos el estribillo frente a la cruz, casi a oscuras, en un clima que invitaba a sentir realmente la muerte de Jesús.

Pensaba en eso y me detuve en la letra: “estaré siempre entre ustedes, aunque parta no me voy”. ¿La estaré asociando con Mary? “No teman… si algún tiempo no me ven, que si entre ustedes se quieren me verán a mí también”. Puede ser… y de inmediato la asocié con el final de una carta que, después de su muerte, recobró sentido: “Te amo tanto que por vos podría dejar mi vida para salvar la tuya”. Y la releí, con lo que decía antes y lo que dice después. Y volví a llorar.

Por la tarde quise rezar con la canción y escuché: “Este es mi Cuerpo y mi Sangre…”. Y me di cuenta de que todavía no habíamos hecho las estampitas por la Primera Comunión de Nico. Busqué la que hicimos para Lu y… recordé cómo las diseñamos con Mary, consultando a Lu, eligiendo imagen, armando el texto. Y Su ausencia se hizo presente una vez más. Y volví a llorar.

Así me pasé todo el día. Busqué una carta donde Ella hablaba de mi Primera Comunión, y encontré otras tres donde se refería a “nuestros hijos” años antes de que hayan nacido. Releí la homilía de Francisco de ayer. En la lista aleatoria –ponele- de YouTube aparecieron “Si me voy antes que vos” y “Clara”. Y volví a llorar varias veces este día. Estoy sensible… ¿Será la Semana Santa?

 

Letra: http://cienciayfe.com.ar/cancionero/cancion.php?nrocancion=0052

Canción: https://www.youtube.com/watch?v=LT72Yf8fwJY

 

Jueves Santo

http://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2019/04/un-jueves-santo-diferente.html

 

Viernes Santo

http://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2019/04/aunque-te-duela-la-muerte-de-hoy.html

 

Sábado Santo

http://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2019/04/mi-vida-es-un-sabado-santo.html

 

Domingo de Pascua

http://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2019/04/estas-resucitada.html

 

Su Ausencia

https://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2018/09/tu-ausencia.html

domingo, 21 de marzo de 2021

Carta de Cumpleaños

Me desperté, me levanté, y una vez más -por tercer año consecutivo- me faltaron su “¡feliz cumple, mi amor!”, sus besos y, entre otras cosas, la carta. Si bien con el paso del tiempo, y el vivir juntos, fue mermando la cantidad de cartas anuales, ese rito siguió presente en aniversarios de fechas importantes como por ejemplo nuestros cumpleaños.

Hoy siento la ausencia –que no es la única, obvio- de ese texto que solía iniciar con la fecha, arriba a la derecha: “21 de marzo de…”. Un renglón abajo, a la izquierda, ese “Javi” (que se fue transformando en “Mi vida”) seguido por los dos puntos. La despedida siempre, desde la primera -en 1998- hasta la última, era un “Te Amo”, acompañado de su firma: “Mary”. Luego era costumbre que aparezca alguna que otra posdata. Y en el medio… un montón de palabras que, digan lo que digan, me llegaban al corazón.

Hace un rato me puse a releerlas y me hizo mucho bien. Me encanta volver a leer que Ella estaba orgullosa de mí, de nuestro noviazgo, nuestro matrimonio, nuestro ser padres, nuestros hijos. Cada carta da cuenta de nuestras debilidades pero, a la vez, de nuestra vida feliz y agradecida que compartimos y construimos juntos durante más de 20 años.

Y como síntesis, símbolo, me queda ese último mensaje por mi cumple que me dejó en las redes… Último saludo de cumple que, con su partida, se volvió eterno. “Cuántos cumplís no sé si decirlo…”. En ese momento eran 38 y hoy ya son 41; pero al no dar números siguió aplicando. Aunque después dice: “…pero la mayoría juntos”. Desde 1998 –mis 18- festejé todos mis cumpleaños con Ella: 21 festejos. Hoy, con 41, ya sé que el próximo, si Dios quiere y lo permite, habré festejado la misma cantidad con Mary que sin Ella… algo impensado hace 3 años. Sin embargo, como dejó escrito en otra de sus cartas, “Dios está entre nosotros y nos quiere felices y juntos” y Ella fue, es y será para siempre mi “eterna enamorada”. Y me vuelvo a quedar con el cierre del posteo en fb: “Gracias por ser mi amigo, mi compañero, mi sostén, mi AMOR. Te deseo toda la felicidad del mundo ya que me conviene. Te amo y otra vez feliz cumple!!!”.

¡Feliz Cumple! ¡Feliz Vida! (posteos 2020 y 2019)




jueves, 18 de marzo de 2021

Te Amo (2da parte)

Hace exactamente 23 años, 3 días después del mío, llegó su primer “te amo”.

Leer hoy, a la distancia, lo que sentíamos, lo que escribíamos, me da mucha ternura… y felicidad. Se ve que rumbeamos bien y ese camino dio sus frutos. Y ahora, en su ausencia, es lindo tener estos registros que dan cuenta de lo vivido: cartas, agendas, diario íntimo, cartelitos… ¡y hasta las rosas que le regalé hace tantísimo tiempo! Ella guardaba todo en su corazón… pero también en una caja que me dejó llena de recuerdos o, mejor dicho, de objetos que evocan esos recuerdos.

Pero vayamos directo a la efeméride del día. Y, una vez más, lo dejo en sus palabras:

“El 18/03 cumplimos un mes y cada uno había preparado una carta para el otro para abrir después de las 00:00 hs. No nos pusimos de acuerdo, y la pregunta es cómo se nos ocurrió la misma idea. Te amo. Y hablando de eso, mi carta eran dos y en una de ellas te decía que yo también te amaba y supongo que tu cara cuando leíste eso cambió completamente y se iluminó. Después de leer la carta me llamaste y según la fuente estabas bastante sorprendido por lo que habías leído. Nos fuimos a dormir (cada uno en su casa) y al despertarme como todos los días para ir al colegio sonó el timbre y preguntaron por la srita. María Elena Chaves, y cuando fui a la puerta me esperaba un ramo de rosas rojas hermoso con una tarjeta que decía: “Gracias por regalarme el mes más hermoso de mi vida. Te amo. Javi. 18/3/98”. Después de leer la tarjeta y recibir las rosas decidí que con vos me iba a casar. Llegué al cole como loca, le conté a todas mis compañeras y les dije a todas que seguro que con vos me casaba. Al verlo a la distancia me da un poco de ternura pensar que por un ramo de rosas ya había decidido mi vida pero leyendo la fuente puse que lo que me había hecho tan feliz no eran las rosas sino que me las hayas regalado vos sabiendo lo que ellas significaban para mí. Cuando salí del cole vos me estabas esperando y después de “casi romperte la boca de un beso” te conté todo lo que había sentido y todo lo que había hablado con las chicas. Después te acompañé a la parada del colectivo y yo me fui a casa, y nos vimos a la noche".









lunes, 15 de marzo de 2021

Te Amo

“Te amo”. Recuerdo con mucha nitidez la primera vez que lo dije, la primera vez que se lo dije: “te amo”. Fue un 15 de marzo de 1998, domingo, por la noche, en la puerta de su casa. Me estaba despidiendo, unos besos, hasta mañana y… “te amo”. Me salió. No lo pensé, no lo planifiqué. Casi que se me escapó, diría. En cuanto solté esas dos palabritas registré la intensidad del momento. Y al ver su rostro iluminado, sus ojos brillando, su sonrisa en todo su esplendor, lo supe. Era mi primer “te amo” y también el primero que Ella escuchaba. Se quedó en silencio un instante como atesorando esos segundos que nunca olvidaría(mos). Y después… que el después lo cuente Ella. En la carta de Navidad del 2002, que me entregó para Año Nuevo del 2003, se puede leer:

El 15/03 pasó algo que le dio un giro inesperado a nuestras vidas. Cuando volvíamos de Misa nos que damos en la puerta de mi casa charlando como siempre de muchas cosas y en un momento me dijiste por primera vez que me amabas. Yo no podía creer lo que me estabas diciendo y te pedí que lo repitieras una y mil veces. Ese día recuerdo que me sentía en las nubes. Fue para mí lo más lindo que había escuchado en mi vida y lo fue  porque era de tu boca. Me acuerdo que cuando te ibas te pedía que me lo dijeras una y otra vez hasta que te enojaste y me dijiste que no me lo ibas a decir nunca más y me parece que mentiste un poquito(ja, ja)”.

¿Y cuándo me dijo Ella “te amo” por primera vez? Denme unos días y les cuento…





miércoles, 3 de marzo de 2021

Iluminados por la Cruz

“«No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»” (Mt 20, 22; Evangelio de hoy). Ni bien terminé de leer, recordé. O más que eso: reviví. Y lo sentí en todo el cuerpo. Y la Lectio de hoy me acompañó todo el día… Porque esas palabras de Jesús me remontan a aquellos días tan dolorosos e intensos de mediados de agosto de 2018.

 

 

Sábado 11 de agosto. Es tarde, de noche. Estamos con Mary, acostados en nuestra cama. 

Y se da el siguiente diálogo:

 

—Te amo.

—Yo también te amo —me dijo Ella.

—Ya lo sé. Siempre lo supe.

 

Y sonreímos juntos, mirándonos a los ojos.

 

Tres días antes nos habían dado la peor noticia: ya no había tratamiento posible para su cáncer.

Dos días antes habíamos hecho lo más doloroso de nuestras vidas: contárselo a Lu y Nico.

Dos días después Ella se iba a quedar dormida y no despertar más, pero en ese momento no lo sabíamos.

Tres días después Ella se iba de este mundo para no volver más, pero en ese momento no lo sabíamos.

 

Y siguió el diálogo:

 

—Ojalá pudiera ocupar tu lugar.

—No sabés lo que estás pidiendo... —me dijo Ella. 

 

Y lloramos juntos, mirándonos a los ojos.

 

Y nos abrazamos. Y nos quedamos dormidos...

 

 

“«Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya»” (Mt 26, 39) La oración de Jesús en Getsemaní. La oración que Mary rezó, también con dolor, tristeza y angustia... pero mucha Fe. La oración que recé todo aquel 13 de agosto. Y por eso terminó siendo mi último posteo con Mary en este mundo, el 14 de agosto a la mañana...


lunes, 22 de febrero de 2021

Sufrir pasa...

Cuando ya no se ve nada, hay que ser fiel a lo que se vio en otros momentos”, dice Mamerto Menapace. “De noche se camina de memoria”, me dijo un amigo. En los momentos de crisis, de dolor, de sufrimiento, donde todo se hace difícil, se ven los frutos de lo sembrado tiempo antes.

El momento más difícil y doloroso de mi vida fue la muerte de Mari. Y el de Ella también. Sin embargo, con tiempo y distancia, mirando para atrás, me llama la atención cómo pudimos vivir aquella etapa. Mi fortaleza, debo reconocer, brotaba de la paz que Ella me contagiaba. Si Ella, que al fin y al cabo era la que se estaba muriendo, lo vivía así… ¿por qué yo debería haberlo encarado de otro modo? Y, en realidad, aunque de otra manera, yo también estaba muriendo un poco con Ella.

Releyendo cartas, reviviendo recuerdos, siempre supe de dónde salió esa actitud ante la vida que tuvimos en el momento que irrumpió la muerte: vino de Dios. Pero no solamente en el “hoy” (de aquel entonces) sino en el hacerse presente de toda una vida con Dios y en Dios. Con errores, flaquezas, momentos no tan intensos, discontinuidades, pero siempre con Dios y en Dios. Y en estos días encontré una confirmación más de esa intuición. Les cuento…

Estamos en Cuaresma y me propuse, firmemente, perseverar en tres “prácticas” que me vienen cambiando la vida. Tres “prácticas” –insisto con las comillas- que no son nuevas en mi vida pero nunca las llevé adelante a la vez y de manera sostenida. Lo vengo haciendo este año, como puedo, y me prometí hacerlo con más fuerza en estos cuarenta días. Son la Lectio Divina a la mañana (rumiar la Palabra de Dios con las lecturas del día), la Misa diaria a la tarde (la virtualidad ayuda muchísimo) y la Pausa Ignaciana (también llamado examen del día) a la noche. Antes de la Lectio, y mientras preparo el mate, escucho algunas canciones religiosas que también me ayudan a rezar. Y decidí sumarle a todo eso, pero sin compromiso cotidiano, una lectura espiritual. ¿Con qué empezar? No lo dudé. “Sufrir pasa” de Mamerto Menapace.

A lo largo de mi vida lo leí varias veces pero en los últimos años no recuerdo haberlo hecho. Y empecé el Miércoles de Ceniza, con un capítulo breve por día. Grande fue mi sorpresa al encontrarme, días después, varias páginas adelante, con unos números muy conocidos (porque no solo puedo reconocer la letra de Ella sino que, creo, todo lo que me lleve a Su Presencia). Fui pasando varias hojas más y descubrí lo que había hecho: siendo que el libro está estructurado en semanas, le puso la fecha para iniciar la lectura a cada una de esas separatas. ¿Qué año? 2001.

Hoy no tengo dudas que haber leído ese libro hace 20 años, y rezar sobre el sufrimiento del justo, el dolor, el camino de la Cruz que nos lleva a la Resurrección, y tantas otras reflexiones, le permitió –como algo más entre tantas otras cosas- vivir Su Pascua de la manera en que la vivió. Y a mí también. Porque eso que está sembrado en nosotros en algún momento da sus frutos. Y en los momentos de oscuridad, cuando no podemos ver con claridad, tenemos que ser fieles a lo que hemos visto y oído en otros momentos. Como hizo Ella. Como me pasa a mí. Y por eso seguimos sembrando.




Anexo

Cuaresma. Tiempo litúrgico de preparación para la Pascua. Son 40 días que van desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Ramos, donde comienza la Semana Santa. Todo aquel que tuvo catequesis alguna vez lo sabe… pero no alcanza con saberlo. Lo lindo es preguntarse cómo la vivimos y, mejor aún, poder responderlo en concreto, en la praxis cotidiana.

Históricamente la Iglesia propuso tres prácticas vivir la Cuaresma: Ayuno, Limosna y Oración. Con el tiempo se fue resignificando, o encontrándole el verdadero sentido, a estas propuestas para el camino de preparación. No voy a entrar en detalles pero, si les interesa, el Mensaje del Papa Francisco para esta Cuaresma es bastante claro al respecto.

Mi oración cuaresmal...

jueves, 18 de febrero de 2021

Un 18 de febrero de 2018...

El 18 de febrero de 2018 cumplimos 20 años de novios con Mari. Nunca imaginé en aquel momento que sería el último juntos. Quizás la importancia que le dimos, las cartas, los cartelitos, cómo lo vivieron Lu y Nico, me lleva a pensar que lo intuíamos. De manera inconsciente, tal vez. Pero no lo sabíamos. Hoy, 3 años después, es un lindo recuerdo más que se suma a esa colección de momentos felices que vivimos como pareja y, también, como familia.

De los cuarenta “18 de febrero” que viví en mi vida, la mitad –exacta- los pasé con Ella. Aquel día de 1998 teníamos 15 (Ella) y 17 (yo). En nuestro décimo aniversario de casados (julio de 2014, con 32 y 34) ya llevábamos más tiempo como pareja que sin serlo. Y creíamos que así seguiría para siempre… pero no. Ahora todo se invierte. Lo que considerábamos irreversible ya no lo es; más bien todo lo contrario. Y pensar que soñábamos envejecer juntos…

¿Qué nos queda de aquel último aniversario de novios –el 20º- que celebramos juntos por estos lados? Que, a pesar de todos nuestros errores, todas nuestras fallas, dejamos sembrado el amor en nuestros hijos. Lo escribo y asoman lágrimas por mis ojos. Releo la carta que ellos nos dieron hace 3 años y ya no puedo contener el llanto. "Que sigan muchos años más", nos deseaban. Y sí. Porque, como siempre digo citando canciones de Abel Pintos, “sé que seguiremos juntos a través del tiempo” porque es un amor “sin principio ni final”.


Fotos de 18/02/2018

Aniversario de Novios (Lugares)

¿Por qué celebramos aniversarios? Es una manera de recordar, y hacer presente, una fecha importante. En nuestro caso, con Mari, el 18 de febrero siempre fue el día que “nos pusimos de novios” y “nos besamos por primera vez” (porque, como bien sabemos, no siempre coincide).

Como novios lo festejamos 6 veces y como esposos 14; sin Ella por estos lados, 3.

Hoy, a través de algunas fotos, de la era pre-digital, quiero recordar los lugares donde fuimos para esa fecha tan especial y simbólica.

Lo primero que recuerdo, en realidad, es que solíamos encontrarnos el 17 a la noche para empezar juntos el día. Al vivir en casas separadas, hasta que nos casamos, esas juntadas se extendían apenas un rato después de medianoche. Además, teníamos que dormir para irnos temprano el 18 mismo a pasar el día algún lado. Varias veces decidimos encontrarnos primero en Martín Fierro y Virgilio, lugar del primer beso, para después partir hacia nuestro destino.

En 1999, primer aniversario, cuando todavía no teníamos auto, nos fuimos en micro a Luján. Volvimos en 2001 y 2002, pero ya con vehículo propio. Siempre nos llevábamos equipo de mate, música, pan y fiambre, unas lonas, y torta con vela del número que indicaba la cantidad de años juntos. En el 2000 hicimos lo mismo pero en el Parque General Paz. En 2003, en cambio, nos fuimos a la Costanera… ¡y estuvimos pescando!

¿Dónde celebramos en el 2004, último aniversario de novios antes de casarnos? No lo recuerdo. Intento rastrear la información en agendas, diarios, fotos, pero no lo encuentro. Ella seguro lo sabe pero, lamentablemente, no puedo preguntarle. O sí, y quizás me responda en unas horas, o en unos días.

Ya como esposos seguimos recordando la fecha. Inclusive volvimos a Luján, con Lu y Nico. En el 2018 lo pasamos en casa y fuimos homenajeados por nuestros hijos con desayuno en la cama y cartelitos. No sabíamos que sería el último pero es lindo saber que hoy estoy en ese mismo lugar, recordando tantos momentos felices compartidos. Porque el que se arriesga a amar se compromete a sufrir… ¡pero sufrir por amor vale la pena!







Un 18 de febrero de 1998...

Hoy es miércoles 18 de febrero de 1998 y me encuentro, una vez más, en un tren a punto de salir de la estación de Moreno. Mariela está sentada en un asiento frente a mí, en diagonal. La miro. Me mira. Nos miramos. Nos sonreímos.

            Estamos volviendo de la quinta de mis viejos. Ayer vinieron los pibes de JuvenCor a pasar el día. Éramos doce. Los de siempre y algunos más, inclusive Luciano. Franco no pudo venir porque rendía Psicología, y ahora estamos yendo hacia el colegio para ver cómo le fue. Yo estaba en la quinta desde el día anterior y Mariela fue quien los trajo, gracias a mis indicaciones. Es más, recuerdo que mientras explicaba cómo llegar, días atrás, Ella y yo estábamos peleados, enojados, y me miraba con mucha atención sin dejar de demostrarme que le tenía que pedir perdón por algo que yo no terminaba de entender. Eso sucedió el domingo, después de misa.

            Durante todo el martes estuvimos haciendo deportes, pileteando, guitarreando, y mucha charla en grupitos. Pao, nuestra amiga, estuvo jugando a la perfección su papel de celestina y parecía que todo estaba dado para dar el gran paso anoche.

            Después de cenar nos pusimos a ver el VHS de Unen canto con humor de Les Luthiers. Todos riendo a carcajadas. Ella se me sentó al lado y me acariciaba la pierna con sus pies por debajo de la mesa. Se moría de sueño pero hacía lo imposible por resistir para que podamos apartarnos a solas y... yo la embarré. Sin darme cuenta. Quise hacer un chiste, Mariela lo interpretó mal, pensó que la estaba echando y se fue a dormir. Yo, por mi parte, me quedé toda la noche despierto.

            Hoy a la mañana, sin saber cómo ni porqué, nos encontramos desayunando solos, Ella y yo, en el comedor. En un momento ingresó una de las pibas que venía del parque y, al vernos, salió rajando como si hubiera visto un fantasma. Sucede que afuera había mucha expectativa por lo que podía pasar adentro. Estaban a nada de levantar apuestas. Y yo, que deseaba un primer beso mágico, inolvidable, desarmé la escena y pospuse –una vez más- lo que creía inevitable.

            Estamos por llegar a Liniers. Todo el viaje fue un intercambio de miradas cómplices y tímidas sonrisas que insinuaban mucho. No podíamos dejar de hacer conexión visual pero, a la vez, bajábamos de inmediato la vista como si nos diera vergüenza. Nos estábamos mirando el alma.

            Bajamos en Liniers. Mientras esperamos el colectivo, me pongo a charlar con Luciano. En realidad él me empezó a hablar. Es incómodo. No nos llevamos bien desde hace un tiempo. Los dos sabemos que somos, más que adversarios, enemigos. Él hizo cosas que no se hacen, y menos a un amigo. Jugó por atrás, a traición. Se aprovechó de saber que yo gustaba de Mariela mientras me ocultaba su interés. Y nos quiso manipular a los dos. Pero sigue siendo parte del grupo y, con todas mis precauciones, no puedo hacerlo a un lado. Menos ahora.

En medio de esta conversación, y por una supuesta apuesta, Luciano me pone un pico. De la nada. Rarísimo. No entiendo bien el porqué. Mariela, que mira atónita toda la situación, alcanza a decirme: «Espero que el próximo beso lo elijas bien». Y yo, en silencio, imploro lo mismo.

            De pronto, casi por arte de magia, quedamos solo tres parejas. Dos que ya habían concretado y nosotros. Con un rápido y efectivo cruce de miradas logro que los otros cuatro rumbeen para otros lados. Percibo que, antes de irse, Franco y Pao, a mis espaldas, le hacen un gesto a Mariela. Para responderles, Ella, que estaba frente a mí, bastante cerca, pasa su brazo por debajo del mío, acercándose demasiado a mi pecho, tanto que puedo sentir su respiración, y les hace otro gesto, al parecer con uno de sus dedos, creo que el del medio. Ella también siente la mía, mi respiración, que se agita a cada microsegundo. Le digo, le pido, que por favor espere… y, luego de una pausa dudosa, entiende todo.

            Nos vamos a mi casa, solos. Llegamos. Llama a su familia para avisar que ya está de nuevo por esta zona pero que no tiene pensado volver por ahora. Nos da tiempo. Al rato salimos y empezamos a caminar sin rumbo fijo. Intuyo cómo sigue esta historia. O al menos cómo debiera seguir. Sé lo que Ella espera. Sé lo que yo deseo. ¿Me animaré? Estoy nervioso. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo se hace? ¿En qué momento? ¿De qué manera? Ojalá Mariela me ayude.

 Hacemos pocas cuadras y, casi llegando a la esquina de Martín Fierro y Virgilio, se produce el siguiente diálogo:

—No dormiste anoche, ¿no?

—No —le respondo, sin entender mucho la razón de sus palabras.

—Se nota.

—¿Por qué? —pregunto ingenuamente.

—Porque estás lento.

            Y acuso el golpe. Me siento herido en mi orgullo. Si se había propuesto provocarme, lo logró a la perfección.

Durante este diálogo no dejamos de caminar por lo que su frase final nos encuentra habiendo cruzado Virgilio, casi doblando a la izquierda de Martín Fierro hacia Arregui. Y, siendo las dos menos diez de la tarde, bajo el cálido sol del mediodía, la dejo avanzar un paso por delante, la tomo del brazo con mucha ternura, se da vuelta, me mira, la miro, me espera, me acerco, inclina la cabeza, cierra los ojos, hago lo mismo, me dejo llevar, avanzo y... nuestros labios se rozan suavemente, siento el dulce sabor de su boca en todo mi cuerpo, mis manos buscan su cintura, la rodeo, la acerco un poco más, mientras nuestros labios siguen buscándose y encontrándose. Mi mano derecha ahora corre su pelo hacia detrás de su oreja, de manera tierna, acariciando su mejilla al pasar. El beso va ganando en intensidad, nuestras respiraciones se aceleran, la ternura va dejando lugar a la pasión, la sujeto de la cintura con ambas manos otra vez, nuestras bocas parecen fundirse por un instante y nuestros cuerpos se exploran al contacto de la piel. Todo alrededor parece desaparecer y el mundo somos solamente nosotros dos. Deseo que este momento no termine nunca. De pronto vuelve la calma, nuestros labios se separan con cuidado y suavidad, como queriendo saborearse hasta el final. Nos alejamos apenas, abrimos los ojos, nos miramos, nos sonreímos… le sonrío como jamás había sonreído en mi vida y sus ojos brillan más que nunca. En este mismo momento sabemos, sentimos, que lo nuestro es para siempre. ¿Cuánto duró este primer beso? No lo sé. Una eternidad, más o menos.

            Lo que está pasando forma parte de esos recuerdos que quedarán grabados para siempre en mi corazón, en nuestros corazones. Le canto, a capella, mientras caminamos de la mano, La cosa más bella de Eros Ramazotti: «Cómo comenzamos, yo no lo sé, la historia que no tiene fin. Ni cómo llegaste a ser la mujer que toda la vida pedí... ¿recuerdas el día que te canté? Fue un súbito escalofrío...». Ella ríe e irradia felicidad. Y yo vuelvo a experimentar el cielo.

Vamos a la plaza Terán y le entrego un anillo con un corazón rojo que, previendo esta ocasión, había comprado unos días antes. Caminamos como flotando, pisando con suavidad las moléculas de aire. Sus ojos brillan y, según puedo reconocer en su reflejo, los míos también. Nos besamos una y otra vez, como queriendo volver a probar a cada paso el sabor de nuestros labios.

            Nos dirigimos a mi casa con el único fin de comenzar, de a poco, y en el arbitrario orden que elegimos, a oficializar nuestra relación. Decidimos que la primera en saber debe ser Pao, nuestra gran amiga en común, nuestra celestina. Pero nos da ocupado de manera constante razón por la cual optamos por emplear nuestro tiempo en otros menesteres no tan telefónicos.

            Al rato, bastante después, la acompaño a su casa. Luego de tantas horas de besarnos, nos despedimos con un tierno abrazo. Y entiendo que amar también es poder demorarse en un abrazo sin tener que dar explicaciones.

La dejo en su casa y, mientras camino de regreso a la mía, voy pensando. Nuestra historia es deudora de seis meses de amistad pero hoy marcamos un nuevo mojón en el camino. Un beso que lo cambió todo. Hoy, miércoles 18 de febrero de 1998, comienza una nueva etapa que, Dios quiera, marcará a fuego nuestras vidas para siempre. Una decisión que se hace semilla para, con los años, poder ir dando frutos de felicidad. Un día especial e inolvidable donde el amor se hizo historia en esta historia de amor.

(Capítulo 71 de "Vale la pena. Diario de alguien que ama")