Hoy es 18 de febrero
de 2019. Debería ser el 21° aniversario de novios con Mary. Pero
no. Es el primero sin Ella. Algo impensado hasta hace poco más de 6
meses.
Primero voy a filtrar un
adelanto de uno de los capítulos finales de mi primera novela
(¿terminará siendo el XXIV?). Después, la visión de Mary sobre
los mismos sucesos, según una carta que me dio hace ya 16 años, 5
después de aquel hermoso día. Por último, una canción que compuse
yo y alguna reflexión final.
Y en estos relatos, en
estos recuerdos, en este volver a vibrar de nuestras almas, con los
latidos de mi corazón que se aceleran de sólo pensarlo, sentirlo,
Ella se vuelve a hacer presente de una manera especial.
XXIV
Hoy
es miércoles 18 de febrero de 1998 y me encuentro en un tren a punto
de salir de la estación de Moreno. Ella está sentada en un asiento
frente a mí, en diagonal. La miro. Me mira. Nos miramos. Nos
sonreímos.
Estamos
volviendo de la quinta de mis viejos. Ayer vinieron los pibes a pasar
el día. Éramos 12. Los de siempre y algunos más. Mario no pudo
venir porque rendía Psicología, y ahora estamos yendo hacia el
colegio para ver cómo le fue. Yo estaba en la quinta desde el día
anterior y Ella fue quien los trajo, gracias a mis indicaciones. Es
más, recuerdo que mientras explicaba cómo llegar, días atrás,
Ella y yo estábamos peleados, enojados, y me miraba con mucha
atención sin dejar de demostrarme que le tenía que pedir perdón
por algo que no terminaba de entender.
Durante
todo el martes estuvimos haciendo deportes, pileteando, guitarreando,
y mucha charla en grupetes. Vani, nuestra amiga, estaba jugando a la
perfección su papel de Celestina.Y esa noche parecía que todo
estaba dado para dar el gran paso.
Después
de cenar nos pusimos a ver “Unen canto con humor” de Les
Luthiers. Ella se sentó a mi lado y, les juro, me acariciaba la
pierna con sus pies por debajo de la mesa. Se moría de sueño, pero
hacía lo imposible por resistir para que podamos apartarnos a solas
y... Y yo la embarré. Sin darme cuenta. Quise hacer un chiste, Ella
lo interpretó mal, pensó que la estaba echando y se fue a dormir.
Yo, por mi parte, me quedé toda la noche despierto.
Al
otro día, al levantarse, sin saber cómo ni porqué, nos encontramos
desayunando solos, Ella y yo, en un lugar apartado dentro de la
quinta. En un momento ingresó Silvana y, al vernos, se paralizó y
salió rajando, como si hubiera visto un fantasma. Algo similar nos
había sucedido el día anterior con Noelia. En realidad, afuera
había expectativa por lo que podía suceder adentro. Estaban a nada
de levantar apuestas. Y yo, que deseaba un primer beso mágico,
inolvidable, desarmé la escena y pospuse lo que creía inevitable.
Lo
cierto es que ya estamos por llegar a Liniers. Todo el viaje fue un
intercambio de miradas cómplices y tímidas sonrisas que insinuaban
mucho. No podíamos dejar hacer conexión visual pero, a la vez,
bajábamos rápidamente la mirada como si nos diera vergüenza. Nos
estábamos mirando el alma.
Al
bajar en Liniers, mientras esperábamos el colectivo, me puse a
charlar con Fran. ¿Quién es? Un amigo, creo. A su vez, y algo que
ya tenía chequeado, otro de los varios que andaban con ganas de
estar en mi lugar... o, mejor dicho, en el lugar que yo quería estar
y, a esa altura, parecía afortunadamente irreversible. En medio de
esa charla, por una supuesta apuesta, Fran me puso un semi pico. Sí,
así como les cuento. No entendí el porqué. Ella, que miraba
atónita toda la situación, atinó a decirme: “Espero que el
próximo beso lo elijas bien”. Y yo, en silencio, imploré lo
mismo.
De
repente, casi por arte de magia, quedamos solamente tres parejas. Dos
que habían concretado, y nosotros. Con un pícaro cruce de miradas
logré que los otros cuatro rumbearan para otros lados. Antes de
irse, Mario y Vani, casi a la vez, y a mis espaldas, le hicieron un
gesto inequívoco a Ella. Para responderles, pasó su brazo por
debajo del mío, acercándose demasiado a mi pecho, tanto que pude
sentir su respiración, y les hizo otro gesto con uno de sus dedos.
Ella también sintió la mía, mi respiración, que se agitaba a cada
microsegundo. Le dije, le pedí, que por favor esperara... y Ella,
luego de una pausa dudosa, entendió todo.
Nos
fuimos a mi casa, solos. Desde allí llamó a su familia para avisar
que ya estaba de nuevo por estos lados pero iba a llegar más tarde.
Salimos de casa y empezamos a caminar sin rumbo fijo. A las pocas
cuadras, casi llegando a la esquina de Martín Fierro y Virgilio, se
produjo el siguiente diálogo:
- No
dormiste anoche, ¿no? -me dijo Ella.
- No
-le respondí, sin entender mucho el porqué de su pregunta.
- Se
nota -me dijo, con un dejo de sarcasmo.
- ¿Por
qué? -pregunté ingenuamente.
-
Porque estás lento -sentenció.
Y
acusé el golpe. Me sentí herido en mi orgullo. Si se había
propuesto provocarme, lo logró a la perfección. Durante ese diálogo
no dejamos de caminar por lo que su frase final nos encontró
habiendo cruzado Virgilio, casi doblando a la izquierda por Martín
Fierro. Y siendo las 13.50 hs, la dejé avanzar un paso por delante,
la tomé del brazo, me miró, la miré, me esperó, me acerqué... y
nos besamos. Y en ese instante supimos que lo nuestro era para
siempre. ¿Cuánto duró ese primer beso? No lo sé. Una eternidad,
más o menos.
Lo
que pasó de ahí en más forma parte de esos recuerdos que quedarán
grabados para siempre en mi corazón. Le canté, a capella,
“La cosa más bella” de Eros Ramazotti: “Cómo comenzamos,
yo no lo sé, la historia que no tiene fin. Ni cómo llegaste a ser
la mujer que toda la vida pedí... ¿recuerdas el día que te
canté? Fue un súbito escalofrío...”. Fuimos a la plaza Terán
y le entregué un anillo con un corazón rojo que, oportunamente,
había comprado unos días antes previendo esta ocasión. Caminábamos
como flotando, pisando suavemente por los aires. Sus ojos brillaban
y, según pude reconocer en su reflejo, los míos también. Volvíamos
a besarnos una y otra vez, como queriendo probar a cada paso el dulce sabor
de nuestros labios.
Nos
dirigimos a mi casa con el único fin de comenzar, de a poco, y en el
arbitrario orden que habíamos elegido, a oficializar nuestra
relación. Decidimos que la primera en saber debía ser Vani, nuestra
gran amiga en común, nuestra celestina. Pero nos daba constantemente
ocupado por lo que optamos por ocupar nuestro tiempo en otros
menesteres no tan telefónicos.
Al
rato, bastante después, la acompañé a su casa. Durante la
siguiente hora me llamó un par de veces. No queríamos separarnos
más. De repente caí en la cuenta de lo que estaba viviendo y las
más de 33 horas sin dormir se me vinieron encima todas juntas. Se
imponía una siesta reparadora.
Al
levantarme volvimos a hablar por teléfono, y a la noche nuevamente.
Nunca nos habíamos sentido así. Nuestra historia era deudora de 6
meses de amistad. Y ese día empezaba el camino de nuestros 6 años
de noviazgo. Ese miércoles 18 de febrero empezaba algo nuevo, algo
que cambiaría nuestras vida para siempre. Un beso del que jamás nos
íbamos a arrepentir. Una decisión que se hizo semilla para, con los
años, ir dando frutos de felicidad. Un día especial e inolvidable
donde el amor se hizo historia en esta historia de amor.
La visión de Mary, de los
mismos hechos, según la afamada carta de principios de 2003, fue la
siguiente:
“El 15 de febrero al
volver de Misa nos peleamos todo el camino y al llegar a casa
seguimos peleando y te fuiste a la quinta muy enojado conmigo y yo me
quedé muy enojada con vos pero por una pavada que no recuerdo. La
cuestión fue que el 17/02 fuimos con los chicos a tu quinta y
gracias a mí porque yo fui la única que te presté atención cuando
estabas explicando la forma de ir a pesar de que estaba enojada con
vos. Cuando llegué ni nos hablamos hasta que te pregunté si la
música que estábamos escuchando era de Eros Ramazzotti y me fuiste
a buscar el compact y nos quedamos charlando en la cocina hasta que
vino Noelia y dejó en evidencia que estábamos los dos solos y por
eso nos fuimos de la cocina al parque nuevamente. A la noche mientras
mirábamos Les Luthiers en un video me puse detrás tuyo en otra
silla y según vos te hacía caricias con los pies pero yo, como
tantas veces, no me acuerdo. Por la mañana nos levantamos temprano y
no sé por qué quedamos solos en el quincho hablando hasta que vino
Silvana a interrumpir y detrás de ella vinieron todos porque si ya
había molestado ella para qué se iban a seguir escondiendo.
Temprano volvimos de la quinta ese día y en el viaje no
podíamos dejar de mirarnos. Yo sentía que me moría cada vez que te
miraba y me moría de la vergüenza cuando se cruzaban nuestras
miradas, aunque recuerdo que en uno de esos cruces de miradas nos
quedamos los dos pero no por mucho tiempo. Desde Liniers
fuimos a ver a Mauro que rendía una materia y luego nos fuimos
todos juntos a la parada del 106 de Bermúdez y Lascano a acompañar
a Marley, que estaba saliendo con Valeria Mengual. Mauro quería que
nosotros acompañáramos a Mengual pero no sé cómo lo convenciste
con tu mirada amenazadora. Mientras esperábamos, yo quise hacerle un
gesto a Mauro y a Valeria V. que me cargaban y me hacían gestos a
mí. No tuve mejor idea que
pasar mi brazo por debajo del tuyo y quedamos tan cerca que me
pediste por favor que en ese momento no y yo no entendía hasta que
me di cuenta y te expliqué que sólo quería decirle algo a los
chicos y te tranquilizaste cuando yo saqué mi mano.
Cuando todos se fueron nos fuimos para Lope de Vega y lo único que
hacíamos era “hablar del clima” hasta que me preguntaste a dónde
íbamos y yo te contesté que no sabía. Fuimos a tu casa y
llamé a casa para avisar que había llegado pero que iba a ir en un
rato. Entonces salimos y vos me preguntabas dónde íbamos a ir (
para ponernos a salir estaba implícito) hasta que yo te pregunté en
la esquina de Virgilio y Martín Fierro: no dormiste anoche ¿no?,
vos me respondiste: no, yo dije: se nota ,vos dijiste: por qué, y yo
te dije: porque estás lento, y en ese momento herí tu orgullo y por
fin luego de cruzar la calle y atravesar la esquina me tomaste del
brazo y me besaste como nunca y en ese momento comprendí que eso era
para siempre. Luego de algunas anécdotas que no vienen al caso
relacionadas con riñoneras terminó nuestro beso y nos fuimos a la
plaza Terán donde me diste un anillo que habías comprado días
antes para la ocasión. Luego fuimos a tu casa a llamar a
Valeria para contarle la noticia (porque habíamos quedado que porque
gracias a ella estábamos juntos ella sería la primera del grupo que
se iba a enterar) pero nos daba ocupado. Esa tarde volví a
mi casa más feliz que nunca y sé que vos también, no podía creer
lo que había pasado y creo que vos tampoco. Mientras miraba La
familia Ingalls te llamé un montón de veces sólo para escuchar tu
voz hasta que me dijiste que querías dormir y no te llamé más.
A
partir de acá, las cosas cambiaron en nuestras vidas, porque cada
uno empezó a pensar su vida en función del otro. Muchas cosas
pasaron, la mayoría nos unieron aún más y otras quisieron
separarnos pero no pudieron.”
Y, para
empezar a terminar, les dejo una canción que compuse sobra aquel día... Un
día especial.
Parecía un
día más
no tenía
nada de especial
estaban bajo
un día de sol
en una
quinta, lejos de aquí
El día los
reconcilió
pero la noche
no los encontró
nuevo día,
el mismo sol
pero
aparecería el Amor
Mañana
movida, el viaje mejor
sus corazones
toman otro color
ella le tira
indirectas
esta es la
ocasión perfecta
Después de
tanto camino
fin del
trabajo fino
ella le dijo:
estás lento
y en ese
mismo momento
Él la tomó
del brazo
y entre
abrazo y abrazo
ellos dos se
fundieron
en un beso de
Amor
Parecía un
día más
no tenía
nada de especial
sin embargo
aquel día de Febrero
18 miércoles
les cuento
ellos dos sus
vidas juntaron
porque amor
eterno se juraron
Cartelito que amaneció en un estante de mi biblioteca hace 1 año exactamente.
El que me va a faltar hoy...
Esas flores que este año no voy a poder regalarle...
Cartita que nos dieron Lu y Nico hace 1 año exactamente.
"Que sigan muchos años más", pedían. Y, sí, es para siempre.
Lo que yo
sentía por aquel entonces, en febrero de 1998, Francisco Bernáldez
lo pintó a la perfección en su Soneto:
Si para
recobrar lo recobrado
Debí perder
primero lo perdido.
Si para
conseguir lo conseguido
Tuve que
soportar lo soportado.
Si para estar
ahora enamorado
Fue menester
haber estado herido.
Tengo por
bien sufrido lo sufrido,
Tengo por
bien llorado lo llorado.
Porque
después de todo he comprobado
Que no se
goza bien de lo gozado
Sino después
de haberlo padecido.
Porque
después de todo he comprendido
Que lo que el
árbol tiene de florido
Vive de lo
que tiene sepultado.
Hoy, 21 años
después de aquel primer beso, y a poco más de 6 meses de la partida
de Mary, me representa más Cleve
Staples Lewis, el afamado escritor inglés, quien supo decir que “el
dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces, ese es el
trato”.
Como
dije en un posteo de hace casi un mes, sufrí y sufro mucho por amor.
Sufrí por el no estar con Mary todavía, en su momento, entre agosto
del 97 y febrero del 98. Y sufro por el ya no estar físicamente con
ella, ahora. Pero valió la pena, y lo sigue valiendo.