sábado, 18 de febrero de 2023

25 años


La vida son momentos, personas, lo que hacemos, encuentros, tiempos, espacios, nuestros recuerdos, nuestros sueños, lo que vamos siendo... y más, porque la vida nos desborda.

La vida es un camino y, como todo recorrido, tiene sus mojones, sus señales. Hay fechas que nos marcaron, decisiones que nos cambiaron, elecciones que nos fueron convirtiendo en quienes fuimos, somos y seremos.

Hoy se cumple un nuevo aniversario –bodas de plata- de uno de esos días especiales para mí, de uno de esos mojones en el camino de mi vida que me cambió para siempre, rumbeando para el lado del amor y la felicidad.

No podría dar cuenta de mis últimos 25 años, ni el tiempo que me queda por vivir, sin pasar por aquel 18 de febrero de 1998. Es cierto que hay alguna que otra fecha antes, en mayo o agosto del 97, que ayuda a entender esa hermosa jornada de febrero. Y también es verdad que vinieron fechas más importantes luego en 2004, 2005 y 2010, por nombrar algunos de esos mojones. Podemos incluir el 2018, desde luego, porque no todo es felicidad en esta vida, como ya sabemos.

Aquel miércoles, hace exactamente 25 años, a las 13.50 hs, en la esquina de Virgilio y Martín Fierro, nos besamos por primera vez con Mary. Y decidimos que en ese mismo momento comenzaba nuestro noviazgo. Los 6 meses previos de amistad nos avalaban. Los 6 años posteriores, confirmaron esa temprana intuición. Y los 14 de casados fueron el corolario, la frutilla del postre… y más.

Hace 5 años celebramos nuestro último aniversario de novios, el 20mo, juntos. Ninguno de los dos sabía que sería el último. No podíamos saberlo en aquel entonces. Por eso es lindo ver ese ramo de rosas, similar al que le regalé tantas veces desde el primer mes compartido. O recordar que nuestros hijos nos trajeron el desayuno a la cama, con un corazón de gelatina y una carta celebrando el amor de sus padres. Y ese “que sigan muchos años más” que, al releerlo ahora, me hace llorar. Duele. Pero también es una verdad porque, como ya dije tantas veces, este amor es por toda la eternidad.

Hoy fue día de volver a abrir las cajas de los recuerdos, mirar cartas de nuevo, revisar agendas y diarios, navegar por el blog, dejarme sorprender por los recuerdos que traen las redes sociales, y seguir extrañándola. Porque está presente desde su ausencia. Porque continuamos caminando -a pesar de- y rumbeando, como siempre, para el lado del amor y la felicidad.

Escritos (y fotos) de años anteriores

domingo, 12 de febrero de 2023

Es 12 de febrero...

Es 12 de febrero de 2018. Me dispongo a preparar la cena para los cuatro y, al abrir la heladera, encuentro zanahorias y unas costillitas de cerdo. Y en ese momento comprendo todo. En un instante -mágico- viajo 20 años al pasado. Y recuerdo. Y vuelvo a pasar por el corazón. Y sonrío, cerrando los ojos.

Sin moverme de la cocina, y después de prender el fuego, tomo el celular y le mando un correo. Le iba a mandar un mensaje de whatsapp, pero la ansiedad de esperar los dos tildes azules me iba a alterar, una vez más. Y le escribo. Pongo de asunto “12/02/98”. Y empiezo con un “Hace 20 años...”, para cerrar diciendo: “Y hoy, 20 años después, sin darme cuenta, me encuentro cocinando... Bueno. Vos ya sabés... TE AMO Javi”. En el medio le copio un fragmento de la opereta “Por el Amor de Mary” (que compuse para ella y le regalé en mayo de 2003) donde narraba lo sucedido aquel día. Su respuesta es inmediata, algo muy raro en ella: “Ya lo sabía. Por eso compré costillitas con zanahoria. Jiji”.

 


Hoy es 12 de febrero de 2023. Han pasado 25 años de aquella primera cena juntos, a solas, cuyo plato principal –y único- fueron unas costillitas de cerdo con ensalada de zanahoria rallada. Y también pasaron exactamente 5 años de aquel intercambio de mails. Ese último 12 de febrero compartido, algo que en ese momento siquiera imaginaba, 20 años después de aquel 12 de febrero mágico, me dejó de regalo un recuerdo cómplice, tierno, romántico, feliz, como una muestra más de nuestro amor, de nuestra hermosa vida juntos.

¿Qué pasó el 12 de febrero de 1998?

En la famosa y extensa carta que Mary me escribió para la Navidad de 2002, y me terminó entregando a principios del 2003, contaba:

El 12/02 mi hermano al vernos conversar en la puerta de casa te invitó a cenar y te hice costillitas de cerdo a la plancha con ensalada de zanahoria. Después de que mi hermano se fuera a dormir, vos te ibas y nos quedamos hablando en la puerta como muchas otras veces, pero esta tuvo algo especial porque en un momento quedamos más cerca de lo que nunca habíamos quedado, casi podíamos sentir nuestras respiraciones y nuestros corazones latiendo más fuerte que nunca, pero todavía no entiendo por qué no te animaste a besarme y como te sentiste tan cerca te separaste y creo que te fuiste.”

En “Vale la pena (diario de alguien que ama)”, lo narro con mucho más detalle. Al ser el capítulo 69 de la novela, sobre 72 que tiene en total, transcribirlo en este posteo se convertiría en un gran spoiler. Aunque, ahora que lo pienso bien, mi vida es el spoiler de esta historia de amor. 

Ese 12/2 faltaba menos de una semana para el 18/2/98, día de nuestro primer beso, día que nos pusimos de novios, mojón fundamental en esta historia de amor que ya lleva 25 años... y se volvió eterna.

69

 

            Es jueves 12 de febrero. Mi viejo me llevó desde la quinta hasta la estación y ahora estoy en el tren, viajando desde Moreno. Pensaba quedarme hasta marzo pero en estos últimos dos días no pude dejar de pensar en Mariela. Y tomé una decisión: volver.

            Ya estoy llegando a Morón. Son más de las seis de la tarde, quizás cerca de las siete. Ella no sabe que estoy volviendo. No hablamos luego de que me cortara el teléfono aquella madrugada. Apuesto lo que sea a que se quedó enojada. Muy enojada. A lo Mariela. En la charla del lunes por la tarde me dio a entender que, al regresar de Córdoba, quería recuperar el tiempo perdido conmigo. Yo también, con Ella. Pero ninguno supo comunicarlo bien.

            Ramos Mejía. Falta poco. El viaje en tren me ayuda a pensar. ¿Qué le voy a decir? Sin dudas se va a sorprender. Espero que para bien. ¿Cómo reaccionará? ¿En qué situación estamos ahora? El nueve las cosas quedaron de diez, pero la última conversación –la telefónica- no terminó de la mejor manera. ¿Ella esperaba que me quedara? Ella esperaba que me quedara. Y yo me fui. Ella no espera que vuelva antes de marzo. Y estoy volviendo al tercer día.

            Liniers. Bajo del tren. ¿Camino o me tomo el colectivo? Camino. Hago unas quince cuadras, tal vez veinte, y llego a casa. Con toda mi familia en la quinta, disfruto de la paz que me da la soledad. Paz que dura un rato. No sirvo para estar solo. No me gusta. No sé qué me pasará cuando tenga cuarenta pero a los diecisiete –casi dieciocho- no me gusta estar solo mucho tiempo.

            Me baño mientras escucho música o escucho música mientras me baño. No sé por qué no estamos de acuerdo y llegamos a mejor puerto, nosotros nos merecemos aquello que hacemos. Mis amigos me dijeron Jero –siempre piso esta parte de la canción- no te enamores la primera vez, y no les hice caso. Me seco. Me pongo desodorante. Me visto. Me voy a su casa.

            —Soy yo —respondo a la pregunta sobre mi identidad que realizan del otro lado de la puerta.

            Silencio. Reconocí su voz al preguntar. Ella seguro que reconoció la mía al responder. Se hace una pausa que dura demasiado. ¿Qué pasará por su cabeza? Y más importante todavía… ¿qué pasará por su corazón? Desearía poder verle la cara. Se abre la puerta y sale.

            —¿Qué hacés acá?

            —Epa. ¿Así me recibís?

            —Perdón. Es que me hice la idea de que no te iba a volver a ver hasta marzo.

            —Yo también me hice esa idea y no pude soportarlo. Por eso vine.

            Una hermosa sonrisa amanece en su rostro. Sus ojos vuelven a brillar e iluminan mi vida.

            —¿Volviste por mí?

            —Obvio. Solo por vos.

            Las comisuras de sus labios intentan llegar a sus ojos cada una por su lado. No puede parar de sonreír. Y yo la admiro embobado. Es tan linda, tan bella. Es preciosa.

            —No se queden en la calle —dice Sebastián, asomándose por la puerta—. ¿Por qué no lo invitas a cenar? —le dice a su hermana. Y entra.

            —¿Querés? —me pregunta Mariela muy entusiasmada, sin poder contener del todo la alegría que lleva a su cuerpo a moverse sin sentido.

            —¿Cenar con vos? No debe haber mejor plan en el universo.

            Entramos. Sus viejos ya están acostados porque comieron más temprano. Julián está durmiendo en su habitación. Sebastián me da charla en el comedor mientras Mariela está en la cocina.

             —Listo. Ya te podés ir —le dice a su hermano, tan seca y cortante como puede serlo cuando quiere.

            —¿Por qué? Es mi amigo y fue idea mía que se quede —le responde Seba.

            No sé dónde meterme. Estoy en el medio de una batalla que puede convertirse en guerra de un momento a otro. Elijo el silencio y pispeo la puerta por si tengo que salir rajando.

            —Por favor, hermanito del alma, ¿podrías dejarnos cenar solos que tenemos cosas importantes que charlar? —dice Mariela en un tono sobreactuado que, a su manera, indica que está levantando una bandera blanca.

            —Si me lo pedís así, sí. Los dejo. Pero tratalo bien al Tano que es amigo mío, eh. Y lo quiero —dice Sebastián mientras se va retirando muy despacio, con una risita pícara.

            Quedamos solos. La quiero ayudar a servir la comida y no me deja. Cocinó unas costillitas de cerdo y preparó una rica ensalada de zanahoria rallada. Aprovecho que está con los platos y le sirvo agua en su vaso, como para hacer algo.

            —Me sorprendió. Pensé que no se iba a ir —comenta.

            No se lo digo, pero pensé lo mismo. A esta altura, su hermano mayor, mi compañero de curso, ya sabe lo que pasa –o no pasa- entre nosotros. Por eso interpreto su retirada como un guiño. En tres días se resolvieron dos complicaciones: Daniela y Sebastián.

            —Deliciosa —le digo, haciendo referencia a la comida.

            —¿Te gusta?

            «Vos me gustas», casi le digo. Pero no me animo. Quizás ese sea el último obstáculo a superar. Su amiga ya no gusta de mí. Su hermano no se opone a nuestra relación. Mi rival se fue derrotado. Mi autoestima está en su punto máximo. Tomé una decisión y estoy dispuesto a jugarme por amor. Solo me falta animarme y actuar.

            —Sí. Riquísima.

            —Menos mal que llegaste a tiempo, entonces. Porque estaba esperando a mi otro novio.

            «Otro». Dijo «otro». Ayúdame, Freud. Si esto no es un acto fallido, qué es. Ella también nota su lapsus linguae y yo agradezco haber prestado atención a las clases de psicología. En su inconsciente ya soy su novio, pero yo quiero besos conscientes. Se puso colorada. Yo sostengo el silencio para que ambos, a la vez, suframos este incómodo momento. ¿Qué sigue ahora? ¿Qué debo decir? ¿Qué debo hacer?

            Ayúdame, Freud —comienzo a cantar, imitando la voz de Arjona. Ella ríe. Nos distendemos.

            Seguimos charlando y solo conversamos sobre trivialidades. Llenamos el silencio con palabras. Sabemos que hay clima de algo pendiente en el aire y ninguno se atreve a hablar de lo que hay que hablar. O dejar de hablar y actuar. ¿Acaso debiera ser yo el que empiece? No lo sé. Supongo que sí. Pero… ¿por qué? Ya me rebotó un par de veces. ¿Y si estoy interpretando todo mal? ¿Y si solo veo lo que quiero ver? ¿Es eso posible?

Finaliza la sobremesa, salimos para despedirnos y nos quedamos charlando en el portón de su casa, como tantas otras veces... pero diferente. Yo estoy apoyado en el marco de la puerta y Ella, a corta distancia, amenazante. Se acerca aún más. Nuestras bocas quedan muy cerca, los latidos de mi corazón se aceleran, se escuchan las tensas respiraciones, nuestras miradas quedan fijas en los ojos del otro, como haciendo una pausa, imaginando el segundo siguiente, intuyéndolo, esperándolo, deseándolo, y solo pienso en comerle la boca, en comerle el corazón a besos. Pero no, todavía no. Casi temblando me despido con un simple beso en la mejilla y me voy para mi casa.