martes, 31 de diciembre de 2019

2019

2019. El primer año sin vos desde que nos conocimos allá por el 97. Más de la mitad de nuestra vida juntos. Pero este año no. O al menos no como antes, no como hubiéramos querido. Y se viene el 2020...
Recuerdo una de nuestras charlas en la terraza, a principios de 2018. Tenías miedo. De las pocas veces que tuviste miedo, y quizás la última que lo percibí. Me dijiste, antes de largarte a llorar desconsolada, que posiblemente no ibas a estar con nosotros en momentos importantes de nuestras vidas. Y lloramos juntos. Lloramos mucho. Yo quise consolarte, pero no pude o no supe. Y tenías razón. Lamentablemente tenías razón.
El año que está a punto de empezar es un año de festejos como familia. Así nos lo propusimos desde que comenzó el que está terminando. El 2020 es el año del cumple de 15 de Lu, de la comunión de Nico y su primera década, de mis 40... Pienso en el 15 de Lu y recuerdo que fue uno de los momentos que explícitamente nombraste en aquella charla. Empezamos con los preparativos y, te aseguro, te hacés presente a cada momento, de diferentes maneras. No puedo dejar de pensar que te conocí un par de semanas antes de tus 15, y ahora es nuestra hija la que rumbea para ahí. Increíble.
Mi amor, siguen pasando los meses desde tu partida. Por acá, hacemos lo que podemos. Sentimos que lo estamos haciendo bastante bien y, cada tanto, nos encontramos con tus guiños cómplices de aprobación. Seguinos acompañando, cuidando, amando. Nosotros, desde acá, sabemos que es y será así, y por eso también te seguimos amando, mientras nos dejamos acompañar, cuidar y amar por vos. Gracias por tanto.
Y a medianoche, al levantar la copa, en el brindis, sé que de alguna manera vamos a volver a mirarnos a los ojos, sonreir, y desear que este proyecto de familia, este sueño que iniciamos juntos siga por el camino del amor y la felicidad en la vida de nuestros hijos. Te amo.







martes, 24 de diciembre de 2019

Una nueva Navidad sin Vos

Las ausencias que se recuerdan se hacen presentes. Y hay ocasiones, situaciones, que hacen que esas ausencias sean más intensas... Por ejemplo, “las fiestas”. El compartir en familia, los buenos deseos, los ritos, las decisiones compartidas... todo eso lleva a que se haga patente el llamado “síndrome de la silla vacía”.
Y me puse a releer todo lo que escribí a fines del año pasado, en las primeras fiestas sin Mary físicamente entre nosotros. Las cartas que nos escribimos para las navidades, algunas de las cuales marcaron a fuego nuestra relación. Las navidades compartidas como amigos, como novios, como esposos, como padres. La primera navidad juntos, y la última. Y ahora aflora también la primera navidad sin Ella, y se viene la segunda... ¿Cuántas más serán antes de reencontrarnos a matear en el Cielo?.
Te extraño, mi amor. Porque extrañar no es sentirse vacío sino estar lleno de alguien que se hace presente a pesar de la ausencia. Y ese alguien sos vos.