Mary:
Hoy,
21 años después, todavía recuerdo con lujo de detalles nuestra
primera Navidad juntos. En la semana previa nos tiramos demasiadas
indirectas, y algunas muy directas, por lo que todo indicaba que ese
25 nos íbamos a poner de novios. Éramos dos adolescentes jugando al
amor...
Esa
posibilidad me llevó a escribirte una carta. Carta que, al día
siguiente, lamenté haberte dado. Pero, con el correr del tiempo, y
dados los acontecimientos, supongo que no estuvo tan mal.
Pasadas
las doce, después de brindar con mi familia, hice cuadra y media y
me fui para tu casa. ¿Acaso no hacen eso los amigos? Desde agosto, y
ya habían pasado 4 meses, nuestra relación se fue afianzando y
profundizando, más allá de las numerosas idas y venidas. Toqué
timbre y, siendo que me estabas esperando, saliste de inmediato. Y
nos fuimos a dar unas vueltas. Tiempo después me contaste que a cada
paso esperabas que te tome del brazo y te de un beso. Yo, por mi
parte, quería que primero leas la carta que tanto tiempo me había
llevado escribirte... ¡5 hojas oficio!.
En
charlas subsiguientes, durante nuestro noviazgo, terminé
reconociéndote que tuve miedo, que no me animé. Hoy, terapia
mediante, le sumaría mi perfil perfeccionista, dramático,
narcisista, autoexigente, planificador y controlador. Quería que
todo fuera mágico. Esa carta era un recorrido de todo el año, desde
que nos vimos por primera vez a principios de mayo (no cuentan
nuestros hipotéticos juegos infantiles en la plaza) hasta ese 24/12.
Relatos de anécdotas y recuerdos, más piropos y toques románticos.
¿Cómo ibamos a ponernos de novios antes de que la leas?
Lo
cierto es que, al rato, te dejé en tu casa con la carta y una agenda
de regalo. Esa agenda tenía un mensajito que tenía mucho que ver
con aquello que, supuestamente, iba a pasar entre nosotros. (Y que,
no quiero spoilearnos, finalmente sucedió casi dos meses después).
Ese
mismo 25, pero varias horas después, nos juntamos y eras otra. O al menos
parecías otra. Me rebotaste por segunda vez (¡y en menos de dos
meses!). No entendía nada. Si estaba todo dado... Pero vos
arrugaste. Tiempo después me dijiste que te asustaste. Que te
parecía mucho amor para vos. Que creías no merecerlo. O que,
todavía, no estabas preparada.
Pero,
¿qué decía esa carta? De entre sus 5 hojas oficio doble faz, voy a
citar dos fragmentos:
“Te
digo la verdad: estoy enamoradísimo. Pero de esto no quiero hablar
en la carta, porque lo vas a tomar como una declaración y no quiero
que sea eso, sino una revisión de todas las cosas hermosas y no tan
lindas que vivimos durante este año. De este tema podemos hablar
después personalmente...”
Y hacia el final
dice:
“Además
eso es una de las cosas que me gusta de vos: tu espontaneidad. Como
también la confianza mutua que hay entre nosotros, o esa alegría
contagiosa que tenés, además la tenés muy clara (aunque no te des
cuenta) y tus consejos siempre me sirvieron. En realidad vos toda me
caes bien, no sólo sos hermosa físicamente, también tenés un
corazón hermoso, y una forma de ser única y especial.
Un beso
enorme,
Te quiere
muchísimo
Javier”
Cinco
años después, para la Navidad del 2002, vos me diste una carta más
extensa. Eran 9 hojas A4 a computadora... La iniciabas diciendo:
“Esta carta se debe a que
en estos días leí muchas veces la carta que me escribiste para la
navidad del 97’ recordando la historia vivida entre nosotros hasta
ese momento. Hoy mi idea es empezar a escribir ahora para entregarte
en navidad de 02’ la carta con la historia hasta este momento
aunque después este archivo va a poder ser modificado
por vos.
Empezando
por esa navidad, vos no quisiste que pase nada entre nosotros hasta
que yo no leyera carta y se complicaron un poco las cosas. Luego de
leer la carta yo arrugué y decidí que no quería salir con vos.”
Y
en el final decías:
“Fuentes
utilizadas para este texto:
- Mis diarios íntimos que en total fueron cuatro desde que comenzamos a salir
- Las cartas que me escribiste, las rosas que me mandaste y las cosas que guardé a lo largo de este tiempo
- Mi memoria, que aunque muchas cosas no recordaba, con un poco de ayuda pudo cumplir su función
- Mi corazón, que calladamente me iba dictando palabras desde lo más profundo de sus recuerdos
Agradecimientos:
A
todos los que hicieron posible que esta historia de amor se pudiera
llevar a cabo: nuestros padres, hermanos, amigos, conocidos y toda la
gente que se metió en el medio para separarnos y lo único que hizo
fue unirnos cada vez más. Pero sobre todo quiero agradecernos a
nosotros mismos por habernos animado a vivir esta historia de amor
que muchas veces nos costó seguir forjando y que dentro de poco, si
Dios quiere va a dar un giro de 3600 .
Gracias a Dios por habernos juntado y por habernos acompañado en
este camino, por nunca dejarnos solos y por enseñarnos a amar como
el mismo nos amó.”
Y
como para ir finalizando este escrito navideño, te cuento que
encontré una carta que te dí un 25/12/01. Transcribo la primera
parte porque, además de haber sido escrita para esta fecha tan
especial, tiene que ver con el sentido de leer y releer estas cartas
que nos regalábamos. Dice así:
Mary:
Hoy
es Navidad. Recordamos que Dios se hace hombre y viene a vivir entre
nosotros. Recordar (res, cosa real y cordis, corazón) significa
“volver a pasar por el corazón”. Volver a pasar algo real, que
ocurrió de veras, por nuestro corazón. Por eso María guardaba todo
en su corazón, para poder recordarlo en el momento del sufrimiento.
Cuando uno sufre necesita fortaleza para afrontar con grandeza la
situación dolorosa. En esos momentos es preciso recordar...
Y
hoy, en el dolor, recuerdo. Vuelvo a pasar por el corazón. El
sufrimiento se debe a la felicidad compartida en el ayer. Y ya
sabemos que sufrir por amor vale la pena... Pero, además, sé que
nos seguimos amando y eso es por toda la eternidad. ¡Feliz Navidad!.
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