sábado, 22 de diciembre de 2018

Dejarse amar por los seres queridos que murieron en el Señor

Dejarse amar por los seres queridos que murieron en el Señor. Nosotros desde la fe tenemos una inteligencia espiritual y decimos que murieron pero no que están muertos. No es lo mismo. Los que murieron están en el Señor resucitados. Resucitados en el resucitado. Resucitados en el viviente. Están envueltos en el amor de Dios. Por eso, quiero comentar las últimas palabras de Santa Mónica, madre del gran obispo San Agustín. Los dos hijos de Santa Mónica, habían escuchado que ella quería ser enterrada con su esposo, pero estaban en Italia, ellos eran de Argel, africanos. A punto de morir, le dijeron “Mamá no te apena que te tengamos que enterrar en tierra extranjera? ¿Y qué respondió con mucha dificultad esta Santa mujer? “Hijos no se preocupen, cuando yo me muera el Señor va a saber dónde encontrarme porque es mi padre” Cómo se sentía amada por Dios. Perdió la palabra, el conocimiento, la recuperó ese mismo día y San Agustín, su hijo en el libro de las confesiones, en el libro 9no, capitulo 11, nos ha transmitido las últimas palabras de su madre. “Queridos hijos, no lloren, yo voy al Señor, voy a esperarlos a la gloria, muero pero mi amor no muere. Los amaré en el cielo como los he amado en la tierra. No se dejen abatir por la pena. No miren la vida que acabó sino la vida nueva que comienza y sólo les pido que me recuerden en el altar, en el sacrificio del Señor. Santa Mónica. Fijémonos en esta expresión: “Yo voy al Señor, voy hacia adelante”. Eso es la vida espiritual y la resurrección, no hacia atrás sino adelante. No hacia abajo, hacia el cementerio, sino hacia la resurrección. “Voy a esperarlos hacia la gloria, muero pero mi amor no muere”. Esta es la clave. “Muero, pero mi amor no muere. Los amare en el cielo como los he amado en la tierra”. El amor no sólo es de abajo para arriba, hacia nuestros seres queridos que están en el amor de Dios. El amor es de ida y vuelta, es la comunión de los santos, es de ellos hacia nosotros. ¿Cómo podemos amarlos? Nosotros no amamos un cajón, un cadáver, no amamos una descomposición. Los amamos a ellos en Dios, por eso nuestro amor no se pierde. Pero si es cierto que nosotros los amamos y el amor es más fuerte que la muerte, ahora viene el gran amor, el gran amor sin apegos, no como el nuestro que es tan apegado, tan egoísta, tan posesivo. Ellos, ellas, desde el amor de Dios nos aman. ¿Cuál es la mejor manera de elaborar el duelo? Déjese amar por su ser querido, por su felicidad y cada vez que usted esté triste recuerda, él está en la gloria, nos está amando y nos quiere felices. Sentirse amado por Dios y por los que están en Dios es la mejor manera de hacer nuestros duelos.

P. Mateo Bautista.

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