Dejarse amar por los seres queridos que murieron en el Señor. Nosotros desde la fe tenemos una inteligencia espiritual y
decimos que murieron pero no que están muertos. No es lo mismo. Los que
murieron están en el Señor resucitados. Resucitados en el resucitado.
Resucitados en el viviente. Están envueltos en el amor de Dios. Por eso,
quiero comentar las últimas palabras de Santa Mónica, madre del gran
obispo San Agustín. Los dos hijos de Santa Mónica, habían escuchado que
ella quería ser enterrada con su esposo, pero estaban en Italia, ellos
eran de Argel, africanos. A punto de morir, le dijeron “Mamá no te apena
que te tengamos que enterrar en tierra extranjera? ¿Y qué respondió con
mucha dificultad esta Santa mujer? “Hijos no se preocupen, cuando yo me
muera el Señor va a saber dónde encontrarme porque es mi padre” Cómo se
sentía amada por Dios. Perdió la palabra, el conocimiento, la recuperó
ese mismo día y San Agustín, su hijo en el libro de las confesiones, en
el libro 9no, capitulo 11, nos ha transmitido las últimas palabras de su
madre. “Queridos hijos, no lloren, yo voy al Señor, voy a esperarlos a
la gloria, muero pero mi amor no muere. Los amaré en el cielo como los
he amado en la tierra. No se dejen abatir por la pena. No miren la vida
que acabó sino la vida nueva que comienza y sólo les pido que me
recuerden en el altar, en el sacrificio del Señor. Santa Mónica.
Fijémonos en esta expresión: “Yo voy al Señor, voy hacia adelante”. Eso
es la vida espiritual y la resurrección, no hacia atrás sino adelante.
No hacia abajo, hacia el cementerio, sino hacia la resurrección. “Voy a
esperarlos hacia la gloria, muero pero mi amor no muere”. Esta es la
clave. “Muero, pero mi amor no muere. Los amare en el cielo como los he
amado en la tierra”. El amor no sólo es de abajo para arriba, hacia
nuestros seres queridos que están en el amor de Dios. El amor es de ida y
vuelta, es la comunión de los santos, es de ellos hacia nosotros. ¿Cómo
podemos amarlos? Nosotros no amamos un cajón, un cadáver, no amamos una
descomposición. Los amamos a ellos en Dios, por eso nuestro amor no se
pierde. Pero si es cierto que nosotros los amamos y el amor es más
fuerte que la muerte, ahora viene el gran amor, el gran amor sin apegos,
no como el nuestro que es tan apegado, tan egoísta, tan posesivo.
Ellos, ellas, desde el amor de Dios nos aman. ¿Cuál es la mejor manera
de elaborar el duelo? Déjese amar por su ser querido, por su felicidad y
cada vez que usted esté triste recuerda, él está en la gloria, nos está
amando y nos quiere felices. Sentirse amado por Dios y por los que
están en Dios es la mejor manera de hacer nuestros duelos.
P. Mateo Bautista.
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