lunes, 22 de febrero de 2021

Sufrir pasa...

Cuando ya no se ve nada, hay que ser fiel a lo que se vio en otros momentos”, dice Mamerto Menapace. “De noche se camina de memoria”, me dijo un amigo. En los momentos de crisis, de dolor, de sufrimiento, donde todo se hace difícil, se ven los frutos de lo sembrado tiempo antes.

El momento más difícil y doloroso de mi vida fue la muerte de Mari. Y el de Ella también. Sin embargo, con tiempo y distancia, mirando para atrás, me llama la atención cómo pudimos vivir aquella etapa. Mi fortaleza, debo reconocer, brotaba de la paz que Ella me contagiaba. Si Ella, que al fin y al cabo era la que se estaba muriendo, lo vivía así… ¿por qué yo debería haberlo encarado de otro modo? Y, en realidad, aunque de otra manera, yo también estaba muriendo un poco con Ella.

Releyendo cartas, reviviendo recuerdos, siempre supe de dónde salió esa actitud ante la vida que tuvimos en el momento que irrumpió la muerte: vino de Dios. Pero no solamente en el “hoy” (de aquel entonces) sino en el hacerse presente de toda una vida con Dios y en Dios. Con errores, flaquezas, momentos no tan intensos, discontinuidades, pero siempre con Dios y en Dios. Y en estos días encontré una confirmación más de esa intuición. Les cuento…

Estamos en Cuaresma y me propuse, firmemente, perseverar en tres “prácticas” que me vienen cambiando la vida. Tres “prácticas” –insisto con las comillas- que no son nuevas en mi vida pero nunca las llevé adelante a la vez y de manera sostenida. Lo vengo haciendo este año, como puedo, y me prometí hacerlo con más fuerza en estos cuarenta días. Son la Lectio Divina a la mañana (rumiar la Palabra de Dios con las lecturas del día), la Misa diaria a la tarde (la virtualidad ayuda muchísimo) y la Pausa Ignaciana (también llamado examen del día) a la noche. Antes de la Lectio, y mientras preparo el mate, escucho algunas canciones religiosas que también me ayudan a rezar. Y decidí sumarle a todo eso, pero sin compromiso cotidiano, una lectura espiritual. ¿Con qué empezar? No lo dudé. “Sufrir pasa” de Mamerto Menapace.

A lo largo de mi vida lo leí varias veces pero en los últimos años no recuerdo haberlo hecho. Y empecé el Miércoles de Ceniza, con un capítulo breve por día. Grande fue mi sorpresa al encontrarme, días después, varias páginas adelante, con unos números muy conocidos (porque no solo puedo reconocer la letra de Ella sino que, creo, todo lo que me lleve a Su Presencia). Fui pasando varias hojas más y descubrí lo que había hecho: siendo que el libro está estructurado en semanas, le puso la fecha para iniciar la lectura a cada una de esas separatas. ¿Qué año? 2001.

Hoy no tengo dudas que haber leído ese libro hace 20 años, y rezar sobre el sufrimiento del justo, el dolor, el camino de la Cruz que nos lleva a la Resurrección, y tantas otras reflexiones, le permitió –como algo más entre tantas otras cosas- vivir Su Pascua de la manera en que la vivió. Y a mí también. Porque eso que está sembrado en nosotros en algún momento da sus frutos. Y en los momentos de oscuridad, cuando no podemos ver con claridad, tenemos que ser fieles a lo que hemos visto y oído en otros momentos. Como hizo Ella. Como me pasa a mí. Y por eso seguimos sembrando.




Anexo

Cuaresma. Tiempo litúrgico de preparación para la Pascua. Son 40 días que van desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Ramos, donde comienza la Semana Santa. Todo aquel que tuvo catequesis alguna vez lo sabe… pero no alcanza con saberlo. Lo lindo es preguntarse cómo la vivimos y, mejor aún, poder responderlo en concreto, en la praxis cotidiana.

Históricamente la Iglesia propuso tres prácticas vivir la Cuaresma: Ayuno, Limosna y Oración. Con el tiempo se fue resignificando, o encontrándole el verdadero sentido, a estas propuestas para el camino de preparación. No voy a entrar en detalles pero, si les interesa, el Mensaje del Papa Francisco para esta Cuaresma es bastante claro al respecto.

Mi oración cuaresmal...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario