viernes, 28 de septiembre de 2018

A un mes y medio de tu partida...

El tiempo pasa... Y ya pasó un mes y medio de tu partida.
Tu partida que me dejó partido... pero que el tiempo está empezando a sanar.
Mi vida siguen siendo islas en un mar de ausencia, pero esas islas van creciendo.
Lu y Nico son el motor de cada día, los que me dan fuerzas para levantarme, los motivos, las razones de mi vida.
Y mi alimento, mi combustible, seguís siendo vos. Por eso recargo mis baterías releyendo cartas, volviendo a ver fotos, mirando objetos que evocan recuerdos... Y todo, todo, me recuerda a vos.
No en vano compartimos la vida más de 20 años. Como decís en varias cartas, “soy quien soy, porque soy con vos”. Y sigo siéndolo, porque seguís conmigo. Tu alma en mi alma. Latiendo en mis latidos, viviendo para siempre en mi corazón.
Me encanta poder hablar con vos todo el día. Ya no necesito del whatsapp, o esperar volver a casa. Pero también es cierto que no es lo mismo, que no siempre me alcanza. Extraño pasar tantas horas conversando, con el tiempo que se volaba, noches sin fin, charlando, algo que caracterizó nuestra amistad, nuestro noviazgo y nuestro matrimonio hasta los últimos días. Y también extraño tus consejos, tus retos, tus palabras de aliento, tus críticas, tus elogios, tus besos, tus mimos, y mucho más. Extraño tantos mates compartidos pero, a la vez, esa imagen me da fuerzas. Te fuiste a poner el agua para el mate y ya volveremos a compartir un amargo, entre miradas cómplices, con Lu y Nico dando vueltas, siempre cerca y con una sonrisa. ¿Cómo podría imaginarme el Cielo si no es así?.
Todavía sigo llorando. Quizás no tan angustiado, o al menos me angustio con menos frecuencia. Pero sí suelen aparecer tiernas lágrimas agradecidas recorriendo mis mejillas al recordar tanta vida compartida. Brotan y se terminan mezclando en una sonrisa, fruto de tanta felicidad del camino recorrido.
Siempre dijimos que soñábamos envejecer juntos, tomados de la mano. Quizás sea otra de las imágenes del Cielo, con Lu, Nico, y sumando a nuestros nietos. ¡A ellos también les voy a tener que contar nuestra historia de amor! ¿O podrán leerla en un libro? Sí, tranqui. Hay recuerdos nuestros que serán para siempre nuestros y de nadie más. Eso también nos hace únicos y especiales. Y cada firma de tus cartas, diciendo “tu único amor”, “tu eterna enamorada”, me recuerdan lo especial e inigualable que fue, que es y que seguirá siendo lo nuestro.
Mi ángel, sé que estás. Siempre estuviste y no me vas a dejar ahora. De a poco van creciendo, recuperándose, las ganas de vivir. Están nuestros hijos, a quienes te prometí cuidar más que a nada en mi vida. Hoy lo son todo. Pero solo no puedo. Te sigo necesitando. Y lo sigo deseando. La vida de a dos era más fácil y más linda... Intento hacer lo que puedo y más. Con vos aprendí a ser papá. Y que hayas sido un gran mamá siempre me desafió a ser mejor padre. Y así construimos esta familia feliz que sigue adelante a pesar de tu partida. Con tu ausencia siempre presente. Con tu presencia diferente. Con todo lo vivido, con todo lo aprendido.
Te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi vida, eternamente.


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