jueves, 27 de agosto de 2020

Los 15 de Lu

 

Quince. Increíble. (Quiero empezar a escribir y ya estoy llorando). Tanto por decirte, hijita. Tanto por agradecerte. Tanto por desearte. Te soñamos desde siempre con tu mamá. A vos y a tu hermano. Y ese sueño era hermoso, pero la realidad lo superó. (Se me hace un nudo en la garganta).

Quince. Increíble. Recuerdo el día que nos enteramos que ya estabas entre nosotros, chiquitita, de semanas, dentro del vientre de mami. Meses hablándote, acariciándote desde afuera, sintiéndote moverte, patear… hasta que naciste.

Quince. Increíble. Las primeras risas y los primeros llantos. ¿Tenés idea lo que fue escucharte decir “papá” por primera vez? ¿O que vengas dando esos primeros pasitos hasta que podía abrazarte, deseando que no tropieces de camino?

Quince. Increíble. El jardín. Los cumpleaños. Los amigos. La primaria. Las vacaciones. Los juegos. Los clubes. Los scout. Tus shows. Tanta vida compartida que a veces parece que pasa tan rápido.

Quince. Increíble. Las series. La secundaria. Las charlas. Las contestaciones. Los chistes. Las quejas. Las comidas. Y verte crecer, madurar. Tan inteligente, tan linda, tan buena… (hago una pausa… otra vez estoy llorando y esta vez me cuesta parar).

Quince. Increíble. Y sos feliz. Y contagias alegría. A pesar de… (ahora sí soy un mar de lágrimas, hijita). Te voy a contar algo. La última vez que tu vieja sintió miedo, y tengo registro de eso, fue una noche, en la terraza, solos, allá por febrero de 2018. Tuvo miedo de morirse. Como todos quizás, aunque después no lo vivió así. Pero aquella noche sí. Y su miedo, su dolor más grande en realidad, era no poder estar en los momentos importantes de la vida de sus hijos. Tuyos, Lu, y de Nico. Y expresamente me nombró tus Quince. Ella quería estar hoy, acá, con nosotros, con vos. Y está. No como quisiéramos, pero está. Y lo sabemos. Y lo sabés.

Quince. Increíble. Te veo así, tan grande, tan… Tan Lu. Porque eso sos. Sos Lu. Única y especial. (escucho tu voz en mi cabeza diciendo “soy crack, pá”). Estoy convencido, y cada día más, que Dios te llama a dar muchos frutos. Siempre voy a estar, como pueda, como también mamá, para que se cumplan tus sueños. Y ojalá te pase como a nosotros: que la realidad los supere, así como vos superaste ese sueño de nuestra hija que tanto tiempo fuimos construyendo sin conocerte. Gracias por tanto. ¡Feliz Vida, hija! Te amo con todo mi ser. Papá.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario