Quince. Increíble. (Quiero
empezar a escribir y ya estoy llorando). Tanto por decirte, hijita. Tanto por
agradecerte. Tanto por desearte. Te soñamos desde siempre con tu mamá. A vos y
a tu hermano. Y ese sueño era hermoso, pero la realidad lo superó. (Se me hace
un nudo en la garganta).
Quince. Increíble. Recuerdo el
día que nos enteramos que ya estabas entre nosotros, chiquitita, de semanas,
dentro del vientre de mami. Meses hablándote, acariciándote desde afuera,
sintiéndote moverte, patear… hasta que naciste.
Quince. Increíble. Las primeras
risas y los primeros llantos. ¿Tenés idea lo que fue escucharte decir “papá”
por primera vez? ¿O que vengas dando esos primeros pasitos hasta que podía
abrazarte, deseando que no tropieces de camino?
Quince. Increíble. El jardín. Los
cumpleaños. Los amigos. La primaria. Las vacaciones. Los juegos. Los clubes. Los
scout. Tus shows. Tanta vida compartida que a veces parece que pasa tan rápido.
Quince. Increíble. Las series. La
secundaria. Las charlas. Las contestaciones. Los chistes. Las quejas. Las
comidas. Y verte crecer, madurar. Tan inteligente, tan linda, tan buena… (hago
una pausa… otra vez estoy llorando y esta vez me cuesta parar).
Quince. Increíble. Y sos feliz. Y
contagias alegría. A pesar de… (ahora sí soy un mar de lágrimas, hijita). Te
voy a contar algo. La última vez que tu vieja sintió miedo, y tengo registro de
eso, fue una noche, en la terraza, solos, allá por febrero de 2018. Tuvo miedo
de morirse. Como todos quizás, aunque después no lo vivió así. Pero aquella
noche sí. Y su miedo, su dolor más grande en realidad, era no poder estar en
los momentos importantes de la vida de sus hijos. Tuyos, Lu, y de Nico. Y
expresamente me nombró tus Quince. Ella quería estar hoy, acá, con nosotros,
con vos. Y está. No como quisiéramos, pero está. Y lo sabemos. Y lo sabés.
Quince. Increíble. Te veo así, tan grande, tan… Tan Lu. Porque eso sos. Sos Lu. Única y especial. (escucho tu voz en mi cabeza diciendo “soy crack, pá”). Estoy convencido, y cada día más, que Dios te llama a dar muchos frutos. Siempre voy a estar, como pueda, como también mamá, para que se cumplan tus sueños. Y ojalá te pase como a nosotros: que la realidad los supere, así como vos superaste ese sueño de nuestra hija que tanto tiempo fuimos construyendo sin conocerte. Gracias por tanto. ¡Feliz Vida, hija! Te amo con todo mi ser. Papá.
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