Ya pasaron dos años de estos
posteos y tres del viaje (y las fotos). Pero Facebook insiste en traerlos en
forma de recuerdos…
En octubre de 2017 nos fuimos a
las Cataratas. Resultó ser nuestro último viaje familiar, los cuatro, aunque en
ese momento no lo sabíamos. Mary quizás lo intuía y por eso insistía tanto en
hacerlo. Yo ponía varios “peros” (trabajos, escuela, plata, etc.). Ella, luego
de la operación y en medio de la quimio, me dijo: “Quiero que vayamos. Pongamos fecha, saquemos los pasajes, reservemos
lugar y no lo pensemos más”. Y, como siempre, mirada y sonrisa mediante, me
convenció. Y gracias a Dios que lo hizo. Un año después me hubiera arrepentido
mucho. Por eso, cuando mi terapeuta me preguntó si nos había quedado algo
pendiente pude contestar con certeza: solamente envejecer juntos.
Ese viaje, como bien dijo Lu en
aquel momento, “fueron las mejores
vacaciones de la vida… y más en familia”. Y qué lindo saber que los cuatro
juntos fuimos felices hasta el final, y especialmente en el último tiempo… y lo
seguimos siendo, a pesar de, con Ella, porque se lo prometimos.
Mirando las fotos, reviviendo los
momentos de aquellas vacaciones, de aquel viaje familiar, vuelvo a llorar.
Duele. Sigue doliendo. Duele su ausencia porque su presencia nos llenaba de
alegría. Sin embargo siempre lo supe: el que se arriesga a amar se compromete a
sufrir, pero sufrir por amor vale la pena.
Ojalá se repita… en el Cielo.
Amén.
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