sábado, 9 de febrero de 2019

Mi Abuelo Antonio, Mary y los guiños

Hoy, 9/2, cumpliría 98 años mi abuelo Antonio. Digo “cumpliría” porque falleció el 14/8/97 y hace ya más de 21 años que no está físicamente con nosotros.
Hace exactamente 3 años tuiteé lo siguiente: “Que tus hijos no hayan conocido a tus abuelos es una de las tantas injusticias de la vida...”. Me encantaría que Lu y Nico hubieran conocido a mis abuelos Manolo, Carmen y Antonio. Siempre se lo dije a Mary, porque Ella tampoco los conoció y es parte de esta historia que quiero contarles. Pero antes, otra reflexión: mis hijos tienen la gracia de poder compartir la vida con sus 4 abuelos, pero lamentablemente no pueden hacerlo con su madre. Eso es mucho más injusto y doloroso todavía.

Cito un fragmento de la novela que sigo escribiendo:
Días después, el 14 de agosto, muere mi abuelo Antonio, el esposo de Doña Lola. Tenía cáncer hacía muchos años. Una metástasis en huesos terminó por matarlo. Recuerdo cómo lloré aquel día. ¡Cómo lo quería! A las 4 de la mañana vino mi vieja a despertarme para darme la noticia. ¡Cuántas cosas se me cruzaron por la cabeza! ¡Cuántos recuerdos! Almorzar en Tío Pipa´s. Ver los Globertrotters. Pasear por el Riachuelo. Jugar a las cartas. ¡Cuánta sabiduría! ¡Cuántas historias y anécdotas! ¡Cuántas ocurrencias!. Lo lloré y lo sigo llorando”.

En “De fechas y señales” ya conté que, con Mary, siempre dijimos que mi abuelo nos hizo gancho desde el Cielo. Nos lo recuerdo...
14 de agosto de 1997: fallece mi abuelo Antonio de cáncer. Uno de los días más dolorosos de mi vida, seguramente por mi edad y el vínculo que había entre nosotros. En aquel entonces jamás imaginé que, 21 años después, también un 14 de agosto se convertiría en el día más doloroso de mi vida cuando Mary, mi amiga, novia, esposa, madre, amante y fiel compañera parta de este mundo también por culpa del maldito cáncer.
15 de agosto de 1997: esa mañana fue el entierro. Por la noche, y con el corazón dolorido, fui a la reunión de JuvenCor. Estuve en el mismo grupo con Mary. El tema era cuándo recurríamos a Dios. Justo venía de la muerte de mi abuelo por lo que el tema me llegó mucho. Ella, que hacía apenas una semana me había pedido que la acompañe después de las reuniones a su casa, metió la pata con un cartel que leyó en la fábrica de pastas de mi familia y tenía que ver con la muerte de mi abuelo. Cuando finalizó la reunión nos fuimos a cenar a la casa de uno de los pibes. Al finalizar nos volvimos caminando en grupo. Al dejar a mi mejor amigo en su casa, anteúltima parada del recorrido, quedamos solamente Ella y yo. Entonces, haciendo gala de caballero, la tomé del brazo para llegar caminando hasta su casa. Nunca la había visto con otros ojos hasta ese momento. Me sentía en las nubes. Caminaba como si fuese por el aire. Creo que Ella me iba hablando sobre algún tema de bueyes perdidos. No me importó. No podía escucharla. Ese día era la primera vez que llegaba tan tarde a mi casa y encima enamorado.
15 de agosto de 1998: si bien estábamos por cumplir 6 meses de novios, decidimos con Mary festejar nuestro primer aniversario de amistad. Y de ahí en más, todos los años, celebramos nuestra amistad cada 15 de agosto. Aquel día, recuerdo, fuimos a la Plaza San Pedro a tomar unos mates. Escribimos en unas hojas todo lo vivido juntos hasta ese día y nos hicimos algunas promesas vinculadas a nuestra pareja y nuestra futura familia. Y lo enterramos bajo un árbol, nuestro árbol, cuya ubicación sigue siendo algo nuestro y un secreto bien guardado que nadie conoce. ¿Quieren saber cuál es? Olvídense...
Cuando el 13 de agosto Mary dormía plácidamente, en un coma profundo, intuí que la fecha de su partida sería 14 o 15 de agosto. Siempre dijimos que mi abuelo Antonio, con su partida del 14/8, nos había hecho gancho para que el 15/8 empecemos a ser amigos. Y realmente lo creíamos. Ahora le tocaba a Mary su partida y un nuevo comienzo para todos era inminente.

Pero, ¿por qué publico todo esto hoy, 9 de febrero? No se me impacienten...

Del 3 al 9 de febrero había un campamento de JuvenCor, el grupo que compartíamos con Ella. Como por ese entonces ya me había rebotado 3 veces, y parecía que la cosa no daba para más, decidí no ir para no verla. Así estaba la cosa. Y como para darle un cierre a todo, le escribí una carta:

Mariela:
¡Por fin te vas a Córdoba!. Estoy segurísimo que la vas a pasar genial, te vas a divertir, vas a aprender un par de cosas, vas a conocer gente nueva y vas a tener tiempo para pensar en tus cosas. Yo me moría de ganas por ir, pero cuando tuve la oportunidad (porque no iba Silvana) preferí decir que no porque me pareció lo mejor para nosotros dos. Ahora que, sabiendo tu respuesta (o imaginándola), intento verte tan sólo como amiga, me hubiese destruido verte 7 días a la semana las 24 horas. Yo hubiese sufrido mucho y a vos te hubiese puesto en una situación muy incómoda porque no sabés qué hacer, si esquivarme o no...
Bueno, pero no quiero escribir más sobre estas cosas porque no quiero que se arruine tu primer Córdoba por un pendejo inmaduro que se muere por vos. Así que cuando vuelvas te pido que me des la oportunidad de hablar y dejar todos nuestros papeles bien en claro. Mientras escribo esta carta las cosas con vos no están bien pero no sé cómo podemos llevarnos a la tarde en la despedida. Igual te mando un beso enorme y te digo que sigo queriéndote muchísimo (aunque vos no a mí) a pesar de todo.

Hasta pronto,

Javier o “El Tano”
(como vos quieras)

En una carta que Ella me escribió casi 5 años después, decía: “Me escribiste tu tercera carta y con ella una frase que puedo citar casi de memoria: pasala bien en tu primer Córdoba y no te preocupes por este pendejo inmaduro que se muere por vos. Con esa frase me llegaste al corazón y lograste lo que con una carta de amor no habías podido”.

El 9/2 llegaron de Córdoba. Yo tenía un enojo pasajero... porque había viajado en el micro con ellos (:p). Cito mi agenda de aquel día: “10:45 hs llegaron los micros. Me puse re-contento de verlos y me sorprendió el saludo de Mariela (me abrazó)... 16:00 hs llegó Mariela a casa y hasta las 20:10 estuvimos solos en casa hablando... En claro quedó que somos más que amigos pero que todavía no vamos a salir”.
Su visión, que me contó al tiempito en una carta, fue la siguiente: “Cuando volví lo único que quería era recuperar el tiempo perdido entre nosotros (ya era 9 de febrero) y vos me terminaste de enamorar cuando hablando (solos) en tu casa me dijiste que te ibas a ir a la quinta y que no te iba a ver más hasta marzo cuando empezaran las clases. En ese momento sentí que te perdía pero no sabía como pedirte que no te vayas”.

Ese 9/2 fue clave para que exista el 18/2/98, día de nuestro primer beso, día que nos pusimos de novios, mojón fundamental en esta historia de amor que ya lleva más de 20 años... y se volvió eterna.

Mi abuelo Antonio nos hizo gancho. A esta altura no tengo dudas. Su partida me acercó a Ella, inmediatamente. Y en su primer cumpleaños sin estar por estas tierras, generó lo que faltaba para que nos animemos a dar el paso necesario. El 14/08/2018, 21 años después de su muerte, murió Ella. El mismo día. Nunca se conocieron ni se vieron por estos lados, pero ahora están compartiendo la Vida en el Cielo, poniéndose al día, riendo con este humilde escrito, y acompañándonos por siempre.

P.D.: La foto que encabeza el posteo la saqué en Abril del 2018 y la guardé para publicarla el 14/8. Obviamente no lo hice, porque mi cabeza, mi corazón, mi cuerpo, mi alma estaban en otro lado. Para los que no conocen, es la Fábrica de Pastas “La Veronese”. Fábrica familiar desde 1955, fundada por mi abuelo. Y ese buzo lo usó él durante sus últimos días de vida, y yo me lo guardé para siempre. Vaya este homenaje en el día de su cumpleaños. ¡Gracias!

2 comentarios:

  1. Me mataste mi amor,si bien no todas,contaba con muchas de estas coincidencias? Casualidades? Casualidades? Para Dios todas son oportunidades q finalizarán siendo Xa un bien mayor,aunque en este momento nos partan el corazón

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