Es 14 de febrero, Día de los Enamorados. Ayer no nos vimos
con Mariela. Hablamos un rato por teléfono pero fue demasiado incómodo, algo
raro en nosotros. Salí a dar unas vueltas para comprar algo que regalarle hoy y
terminé eligiendo un osito de peluche, de esos que a Ella le gustan mucho.
También le escribí una carta para acompañar el regalo. La abro y repaso una vez
más todo lo que escribí:
14 de febrero de 1998
Mariela:
El motivo de esta carta es invitarte a mi fiesta (no
preguntes ¿qué fiesta?). El objeto es festejar el día de los enamorados porque,
si no sabés te digo, estoy perdidamente enamorado. Tal vez conozcas a la chica
en cuestión: es un poco petisa (¿un poco?), simpática, dulce, alegre, cariñosa,
hermosa, inteligente, un poco loca (¿un poco?), además le tengo una confianza
ciega (creo que es recíproca), se puede hablar de cualquier tema con ella
porque como ya te dije alguna vez es muy capaz y muy buena consejera, también
es re divertida, imaginativa, espontánea, con un corazón gigante, una mirada
que lleva implícita dulzura y cariño (su mirada me desarma), una voz
inconfundible que con solo decir “Jero” acelera los latidos de mi corazón y
dibuja una sonrisa en mi rostro, unos gestos y unas caras que la distinguen del
resto, y un montón de cosas más, algunas indescriptibles, que la convierten en
una mujer única y muy especial. Es la
mujer que toda mi vida soñé. Podría decir que es la mujer ideal. Además
ella ocupa mis pensamientos la mayor parte del día, y su recuerdo se me aparece
en cada canción, cada frase… todo me recuerda a ella (desde una colita -del
pelo- hasta su propia foto). No imagino mi vida sin ella. Mañana se cumplen
seis meses de que empezamos a vincularnos, a llevarnos más, a relacionarnos, o
lo que sea. En todo este tiempo la llegué a conocer a fondo y aprendí a
quererla muchísimo. La historia no fue todo color de rosa, hubo momentos buenos
y malos, lindos y feos, excelentes y desastrosos. El final todavía no lo sé;
Dios quiera sea el mejor para los dos. Pero antes de pedirle a Dios, tengo que
agradecerle el hecho de haberla conocido y que le haya puesto un sentido a mi
vida. Al lado de ella maduré, vencí mi timidez, aprendí muchas cosas, adquirí
el gusto por escribir cartas donde demuestre mis más hondos sentimientos y
hasta me inspiró una canción titulada «Agosto del 97».
El lugar donde se va a festejar es
en nuestros corazones y se pide a la invitada de honor traer el suyo dispuesto
y una pizca de amor. La comida será el diálogo y el postre se elegirá en el
momento.
No me falles, te espero ansioso y con muchísimas ganas de verte. Te
pido por favor que vengas, entres en mi corazón y no te vayas nunca. Lo único
que me queda por decirte es que te re-contra-requete-re-quiero un montonazo y
no te voy a olvidar nunca.
Un
beso enorme (de acá hasta el cielo)
Jero
P.D.: Antes de
escribirla tenía miedo de arrepentirme después, pero vos me pediste que te
dijera todo lo que sintiera sin guardarme nada, y eso es lo que hice.
P.D.2: Si algo de lo que escribí te incomodó, molestó o no te gustó, te
pido mil perdones y te juro que no era mi intención.
P.D.3: Espero te haya gustado el osito.
Es sábado al mediodía y estoy yendo a su casa. Es la
primera vez en mi vida que paso un 14 de febrero enamorado. Sin pareja pero
enamorado. Y como su nombre lo indica, es mi día también. Por eso la carta y el
regalo para Mariela. Mi mejor manera de celebrar este día.
Camino casi dos cuadras, llego a su casa y toco timbre. Espero. Abre la puerta y se queda en silencio. Le doy la carta en un sobre, el osito de peluche bien envuelto para que no se sepa qué es sin abrirlo, un beso tierno en la mejilla y le digo: «Feliz día. Después hablamos». Y me voy rápido. Ella se debe haber quedado sorprendida. No tanto por la carta y el regalo sino por mi huida. Es que siento que voy avanzando pero todavía no me animo a dar un paso más. Ojalá la carta ayude. Y el regalo. Y Mariela también.
(Capítulo 70 de "Vale la pena. Diario de alguien
que ama")
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