2019. El primer año sin
vos desde que nos conocimos allá por el 97. Más de la mitad de
nuestra vida juntos. Pero este año no. O al menos no como antes, no
como hubiéramos querido. Y se viene el 2020...
Recuerdo una de nuestras
charlas en la terraza, a principios de 2018. Tenías miedo. De las
pocas veces que tuviste miedo, y quizás la última que lo percibí.
Me dijiste, antes de largarte a llorar desconsolada, que posiblemente
no ibas a estar con nosotros en momentos importantes de nuestras
vidas. Y lloramos juntos. Lloramos mucho. Yo quise consolarte, pero
no pude o no supe. Y tenías razón. Lamentablemente tenías razón.
El año que está a punto
de empezar es un año de festejos como familia. Así nos lo
propusimos desde que comenzó el que está terminando. El 2020 es el
año del cumple de 15 de Lu, de la comunión de Nico y su primera
década, de mis 40... Pienso en el 15 de Lu y recuerdo que fue uno de
los momentos que explícitamente nombraste en aquella charla.
Empezamos con los preparativos y, te aseguro, te hacés presente a
cada momento, de diferentes maneras. No puedo dejar de pensar que te
conocí un par de semanas antes de tus 15, y ahora es nuestra hija la
que rumbea para ahí. Increíble.
Mi amor, siguen pasando
los meses desde tu partida. Por acá, hacemos lo que podemos.
Sentimos que lo estamos haciendo bastante bien y, cada tanto, nos
encontramos con tus guiños cómplices de aprobación. Seguinos
acompañando, cuidando, amando. Nosotros, desde acá, sabemos que es
y será así, y por eso también te seguimos amando, mientras nos
dejamos acompañar, cuidar y amar por vos. Gracias por tanto.
Y a medianoche, al
levantar la copa, en el brindis, sé que de alguna manera vamos a
volver a mirarnos a los ojos, sonreir, y desear que este proyecto de
familia, este sueño que iniciamos juntos siga por el camino del amor
y la felicidad en la vida de nuestros hijos. Te amo.
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