“Corré, corré. El
que llega último limpia la mesa...”, gritó Nico y salió
rajando para lanzarse a toda velocidad sobre mi cama. Salí detrás de
él y Lu llegó tercera. También me tiré en la cama y... me cayó
la ficha. Abracé la almohada bien fuerte y hundí mis ojos que
comenzaban a humedecerse. El último tiempo se había hecho costumbre
en casa que, al terminar de comer, Mary arengaba con esa misma frase
a los chicos para salir corriendo. Y yo solía quedarme, solo,
levantando y limpiando la mesa. Lu y Nico lo disfrutaban muchísimo;
y Mary más todavía. Y reviví su risa... Y recordé.
Días pasados me pasó
algo muy fuerte. Algo más, sí. Estaba en mi pieza y escuché una
carcajada. La escuché pero, en realidad, la sentí en todo el
cuerpo. Y la reconocí. Era la risotada de Mary. Inconfundible. Y
mientras mi mente y mi corazón divagaban, la volví a escuchar. Era
Lu, desde su pieza, en videollamada con sus amigas. Increíble.
Necesitaba contarle eso a alguien pero no supe a quién. Ella ya no
está. ¿Y con quién más compartirlo? Entonces lo tuiteé. Algo
suelto. “Ríe idéntico a su madre...”, creo que escribí.
Como para hacer catársis. Realmente necesitaba decirlo, aunque
parezca absurdo.
Y el domingo siguió con
besos y abrazos. Por distintas razones. Por diferentes motivos. Con
Mary bien presente, a su manera, para que sigamos siendo familia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario