El sábado 16 de agosto estábamos con algunos amigos reunidos en el
colegio vaya a saber uno para qué. Creo que estábamos preparando un
retiro para la Comunidad de Menores. Pasaron a buscarnos Ella y el resto de las chicas. Fuimos
a Villa del Parque a jugar al pool. Yo nunca había jugado. Ella
tampoco. Yo lo disimulé. Ella no. Fuimos y vinimos todos caminando.
Aproveché para acercarme a Ella pero se me hacía difícil. Terminé caminando del brazo con otra para que nadie
sospeche pero Ella se terminó sumando, sorpresivamente, de mi otro
brazo. Y en un momento, no recuerdo bien por qué, quisimos cambiar
de tema. Y con mirada cómplice, acompañada de sonrísa pícara, se
dio el siguiente diálogo.
- Uy, mirá las estrellas en la noche, dije.
- Qué lástima que no hay, respondió Ella.
Y nos miramos. Y sonreímos. Y supimos que ese momento mágico nos
iba a acompañar por siempre.
- Puede dejarse de decir pavadas y continuar con el relato -me bajó
el Negro de un hondazo.
¿Quién
ganó al pool? A quién le importa. Tan sólo recuerdo que nuevamente
quedamos solos con Ella al final del recorrido.
(Extractos editados de la novela "Sueño de una noche estrellada de verano")
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