Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. A esa edad te creés inmortal y sentís que
te queda toda la vida por delante. A su vez cada cosa que te pasa es
un mundo y lo vivís con una dramática existencial profunda e
intensa. Y tu cabeza anda a los tumbos entre el viaje de egresados y la fiesta de quinto al
terminar el secundario con lo que se viene después en cuanto a
elegir una carrera, pensando en el estudio y el trabajo.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. Recuerdo aquel tiempo, aquel año, con
mucha nitidez. Principalmente recuerdo que sin buscarla, la encontré.
Nos encontramos. Quizás no estábamos preparados, o tal vez sí. Y
me enamoré. Me parecía la chica más linda, la más inteligente, la
que mejor me comprendía, a la que más me gustaba escuchar, con
quien más disfrutaba compartir mi tiempo.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. Y la pasaba a buscar para charlar, con
cualquier excusa. O simulaba estar de paso para cruzarla en algún
lado. Y me levantaba pensando en Ella. Y pasaba el día pensando en
Ella. Y me iba a acostar pensando en Ella.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. Y nos hicimos amigos. Y quise algo más,
pero ella sostuvo la amistad. Y seguimos charlando. Y seguimos
viéndonos. Y seguimos encontrándonos. Y seguimos saliendo a dar una
vuelta. Y seguimos volviendo juntos de cualquier lado. Y seguimos
conociéndonos. Y seguimos queriéndonos, cada vez más.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. Y a esa edad descubrí que aquel que ama
debe estar dispuesto a sufrir pero que, a su vez, sufrir por amor
vale la pena. Y sufrí mucho por sus no pero valió la pena su
sí.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. Y fui creciendo. Yo de 17, y Ella de 15. Y
fuimos creciendo, juntos. Y aprendimos juntos. Y nos equivocamos
juntos, que es una de las tantas formas de aprender. Y fuimos grandes
amigos. Y fuimos novios. Y fuimos esposos. Y fuimos padres. Y fuimos
amantes. Y fuimos compañeros de vida. Todo eso fuimos, hasta el
final.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. A esa edad cada cosa que te pasa es un
mundo y lo vivís con una dramática existencial profunda e intensa.
Pero nunca pensé que en aquellas decisiones que tomé a los
diecisiete me estaba jugando la vida. O al menos no tomé conciencia
en su momento. Lo decía, quizás lo deseaba, pero no lo sabía. No
podía tener certeza que en aquella amistad, en aquel tomarla del
brazo, en aquel primer beso, en aquel noviazgo, en aquellos diálogos,
en superar aquellas peleas, en cada paso juntos, estaba construyendo
mi vida, estábamos construyendo nuestra vida. Y cuando digo nuestra vida digo la mía, la de
Ella, y también la de nuestros hijos.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. A esa edad te creés inmortal y sentís que
te queda toda la vida por delante. Y después también. Nos vamos a
morir, aunque no vivamos así. Y lo sabemos, pero (casi) siempre
pensamos que es después. Y siempre, pero más estos últimos años,
con Ella, soñamos envejecer juntos. Nunca imaginé, jamás podría
haberlo imaginado a los diecisiete, que mi amiga, mi novia, mi
esposa, la madre de mis hijos, se iba a morir antes que yo, y se iba
a morir tan joven.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. Y a esa edad descubrí que aquel que ama
debe estar dispuesto a sufrir pero que, a su vez, sufrir por amor
vale la pena. Y amé. Y nos amamos. Y sufrimos. Y sufrí. Pero sin
lugar a dudas valió la pena amarnos. Y el sufrimiento de hoy es el
precio a pagar por tanto amor.
Supe tener diecisiete
hace poco más de veinte. Y me acerco a los cuarenta. Hoy soy quien
soy porque fui con Ella, desde que supe tener diecisiete, hace poco
más de veinte...
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